Trastorno de identidad
Mucho se ha hablado estas últimas semanas de Todos tenemos un plan. En realidad, mucho se ha hablado de la presencia de Viggo Mortensen en Argentina para promocionar el film, como si todo se centrara en él; y no es que el tipo me caiga mal, todo lo contrario, solo que la película es más que una mega-estrella de Hollywood hablando en porteño, es mucho más.
Voy a empezar diciendo que no todos tienen la “suerte” de Ana Piterbarg de encarar su ópera prima con semejante producción y elenco detrás; pero hay que reconocer que la directora ha sabido hacer un buen uso de todos los muchos recursos con los que contó a mano.
Policial negro como no es muy común ver en Argentina, Todos tenemos un plan nos cuenta la historia de Agustín (Mortensen) médico de vida “soñada”, aburguesada, casado con Claudia (Soledad Villamil) que quiere adoptar un bebé, idea que Agustín rechaza de plano, dice “no tener nada para ofrecerle” a la criatura. Claramente pide a gritos un cambio, un shock que lo haga despertar. Para eso llega de visita Pedro, su hermano gemelo (un Montensesn andrajoso), que sigue viviendo en el Delta del Tigre donde ambos nacieron y se dedica a la apicultura. No voy a adelantar mucho de lo que sucede, sólo lo básico para que se entienda, luego de unas vueltas Agustín tomará el lugar de Pedro (la identidad y fundamentalmente su vida) y se dirigirá al Delta donde intentará arrancar de nuevo y se relacionará con Rosa (Sofía Gala Castiglione, quien ya no sorprende en sólidos roles) una suerte de aprendiz e interés romántico de Pedro y por qué no de Agustín; y fundamentalmente con Adrián (Daniel Fanego) un socio en otros tipo de “negocios”.
Como es de esperarse, Pedro no tenía una vida transparente, y Agustín deberá pagar las consecuencias, todo se irá de las manos y la cosa se pondrá negra, muy negra.
Piterbarg maneja muy bien los hilos del policial, casi como una experimentada, se nota que trabaja con pasión el género. Como aclaré la película hace un muy buen uso de sus recursos, por lo tanto los rubros técnicos son sencillamente impecables, casi podríamos decir al nivel de cualquier super-producción.
El relato fluye muy bien, y si bien al principio pareciera costarle arrancar una vez que lo hace el ritmo es constante aunque (se agradece) no desenfrenado. Puede criticársele sí algunas alegorías obvias, así como ciertas referencias textuales y subrayadas; pero puede entenderse en alguien que parece adorar el género.
En cierto punto podríamos encontrar algún parecido entre Todos tenemos un plan con Las vidas posibles (2007) de Sandra Gugliotta en ese juego de identidades dobles, y en el que ya no sabemos quién es quién. Pero fundamentalmente puede emparentarse con el cine de Fabian Bielinski, principalmente con El aura (2005), otro gran policial negro argentino.
Al igual que en aquel, pareciera difícil encontrar en el film de Pieterbarg personajes con buenas intenciones, tal como lo aclara su ajustado título, todos tienen un plan, para diferentes cosas, pero todos tienen segundas intenciones.
En cuanto al importante rubro actoral, si bien la directora maneja muy bien a un elenco de grandes figuras en el que todos logran registros más que satisfactorios (Fanego y Castiglione a la cabeza), hay algunos personajes que parecen tener destinos abruptos, finales talvez apresurados, lo que limita la diagramación del mismo por lo que podría creerse que son unilaterales, específicamente Soledad Villamil hubiese necesitado de más presencia en pantalla para delinear mejor su personaje que puede resultar esquemático en el guión, igualmente le alcanza a la actriz para demostrar su buen talento.
Y si, después está Viggo Mortensen, a quien parece “endilgársele” más un status de estrella Hollywoodense que lo que demuestra en esta, su primera película argentina. Sorprende verlo con tanta naturalidad, en ningún momento pareciera querer ubicarse por encima del resto (más allá de que es el protagonista indiscutido), logrando muy buena química con todos. En la difícil tarea de interpretar dos roles, a Mortensen se le termina creyendo todo, tanto el atildado y apesadumbrado Agustín, como al pueblerino Pedro que desde el vamos se nota que guarda algo; y más aún, luego interpreta a Agustín haciendo de Pedro, que para el actor no es lo mismo que Pedro, incluyendo características de ambos. En definitiva, más cerca de los films de Cronenberg que del Aragorn de Peter Jackson, vuelve a demostrar muy buena ductilidad frente a las cámaras.
Todos tenemos un plan es un film atrapante, ingenioso, talvez no sorprendente, y menos perfecto, pero si muy correcto y disfrutable; una nueva apuesta por un cine argentino distinto, pensado desde lo comercial pero sin resignar en calidad artística. Un muy buen avance al que nos deberíamos ir acostumbrando.