En las orillas
Desde el punto de vista topográfico delta es el terreno que se forma entre los brazos de un río en su desembocadura y su principal razón de formación es la sedimentación de materiales que el río arrastra. Tal vez no haya sido gratuita la elección de este ámbito para la acción a desarrollarse en Todos tenemos un plan, ópera prima de Ana Piterbarg en la que al igual que el delta las personalidades de unos mellizos personificados por Viggo Mortensen provienen de un mismo cauce; de la misma familia. Sin embargo, la vida que cada uno de ellos ha elegido llevar adelante y los sedimentos que los han acompañado en este camino a raíz de sus actos y decisiones han formado a dos seres totalmente distintos.
Agustín es un reconocido pediatra con una fuerte crisis de la mediana edad, atrapado en su propia realidad y que empieza a sentir como ajena. Está casado con Claudia (Soledad Villamil) y próximo a ser padre por medio de una adopción. Así, se pone en contacto con una realidad que se le presenta como ineludible: necesita patear el tablero y alejarse del futuro que él mismo se forjó. Pedro, en cambio, ha permanecido en el Delta y allí ha crecido y forjado una personalidad algo parca, de pocas palabras y con ciertas malas compañías que arrastró desde su infancia (compartida con Agustín) que lo han sumergido en una vida marginal. Pero la endeble salud de Pedro, aquejado por una enfermedad terminal, provoca un encuentro entre los hermanos y así estallan más adelante los conflictos.
Pedro quiere desaparecer, sus dolores físicos se vuelven insoportables, mientras que Agustín sólo desea escapar de una vida que actualmente lo agobia. Así las cosas, Agustín toma el lugar de Pedro y trata de insertarse en esa vida ribereña que fuera parte de su infancia, de su pasado; pero los negocios turbios que su hermano realizaba con Adrián (Daniel Fanego) poco a poco irrumpen en su presente y le demuestran que la personalidad es lo que hacemos y en el caso de su hermano las viejas cuentas deben pagarse. A su lado, la pichona, su compañera de labores de apicultura (Sofia Gala) trata de lograr que Pedro sea parte del paisaje aunque sin buenos resultados. Ambos son de pocas palabras; ambos tienen un plan y se saben de antemano fracasados en su consecución.
En este film donde se mezcla el drama íntimo, las relaciones de los mellizos con un relato policial, el paisaje del delta mostrado a través de la interesante fotografía es un elemento fundante del relato inhóspito, salvaje y despojado, que es el marco perfecto para que la narración se desarrolle con eficacia. Y esa historia es contada con maestría por Daniel Fanego, quien se devora cada escena de la que forma parte, opacando las actuaciones de los demás intérpretes. Su composición de ese hombre ribereño, sin moral ni códigos es memorable, a pesar de que el actor confesara no haberse sentido jamás capacitado para interpretar ese papel (incluso en la conferencia de prensa comentó que sugirió nombres de otros actores para el papel de Adrián, siendo luego persuadido por la directora para tomar ese rol). Soledad Villamil, correcta como siempre, tiene una digna interpretación de un personaje que posee una acotada participación en el relato principal, representando principalmente a esa vida que Agustín desea dejar atrás. Sofia Gala, por otra parte, cumple con las necesidades que su personaje le pide: pocas palabras y fuerte presencia escénica siendo la encargada con sus relatos en off de narrar la historia. Viggo Mortensen en su doble, triple interpretación (es Agustín el médico, Pedro el isleño y por último Agustín encarnando a Pedro) brinda una interesante composición de esos mundos tan disímiles y tan enraizados a la vez.
Tal vez esta ópera prima no sea perfecta y algunas inconsistencias del guión la tornen algo inverosímil ya que cierta inoperancia de las fuerzas policiales en algunos momentos claves del relato dejan la sensación de errores elementales y la falta de cuidado en la historia policial, pero sin embargo marca un interesante rumbo para seguir trabajando en la construcción de un cine de género en Argentina; lo cual es al menos auspicioso.