Yo sé que tú sabes que yo sé
El tema del doble y el enfrentamiento de los opuestos es crucial en este thriller, que mejora cuando transcurre en el Delta.
Muchos son los temas de la opera prima de Ana Piterbarg, que en formato de thriller se estrena hoy. El enfrentamiento de los opuestos es el más claro, el que nítidamente atraviesa toda la trama del filme. Dos hermanos gemelos de distinta personalidad. El Delta y la ciudad. La naturaleza y lo urbano. La sinceridad y la mentira. Y la más obvia, el bien y el mal.
La configuración es el thriller, porque hay un secuestro, y una muerte -que podrá potenciar otras-. Pero la película también es un drama, el de un hombre (Agustín) que está harto de su vida ordenada y que al entrever una oportunidad de cambio, se lanza sin medir las consecuencias.
Agustín (Viggo Mortensen) es un pediatra aplicado y apocado, cuya pareja, Claudia (Soledad Villamil, en un personaje que merecía mejor desarrollo) quiere adoptar un bebe. “No tengo nada que darle, no sirvo para eso”, se sincera él. “¿A vos te está pasando algo? ¿Hay algo que no me dijiste a mí?”, es la respuesta de su mujer.
La respuesta de Agustín será imprevista para ella, para él y para el espectador.
Cuando Claudia esté ausente, Pedro, el gemelo de Agustín, lo visitará. Es su antítesis. Pedro usa barba, es un hombre desalineado. Agustín comenzó a dejarse la barba y a beber, a abandonarse ante el abandono de su mujer. Hubo un secuestro en la isla del Delta del Tigre, donde los hermanos pasaron su infancia y Pedro se gana la vida con su colmena. Tras esa visita, Agustín adoptará la identidad de su gemelo, viajará al Delta y se hará pasar por él.
La directora ahonda en esa dualidad entre lo urbano y lo campestre, siendo mucho mejor el relato cuando transcurre en el Delta que cuando los protagonistas están en tierra firme. Será o no una metáfora buscada, pero el cambio de registro es brusco.
Es que los personajes en el Tigre son mucho más ricos. Agustín/Pedro es en verdad un tercer protagonista, al que Mortensen le ofrece esa máscara de ambigüedad y temor que tanto le pedía desde el guión. Y fundamentalmente están la pichona Rosa (Sofía Gala Castiglione), un interés romántico de Pedro, a quien ayudaba en la colmena, y también de Adrián (Daniel Fanego), que lo conocen a Pedro en su intimidad y que -todos- quedarán descolocados en sus encuentros en la isla.
El tema del doble en el cine es tan antiguo como el cine mismo. Piterbarg demuestra ser muy buena dialoguista, aunque su guión presenta, revele (demasiados) guiños literarios. Tal vez no haya sido necesario mostrar la tapa de un gastado Los desterrados , de Horacio Quiroga.
Técnicamente la película está 10 puntos -con una gran dirección de arte-, y a un Mortensen que se ha entregado por entero lo secunda un Fanego con otra gran actuación (recordar ¡Atraco!).
“Todos tenemos el mal adentro” advierte Rosa, y sugiere no hacer el mal a los otros. La cuestión es que muchos de los personajes no tienen un plan para luchar contra eso, aunque sí para otras cosas que sostienen el título del filme.