Todos tenemos un plan

Crítica de Santiago García - Leer Cine

MILONGA DEL MUERTO

Film noir –y ópera prima- de Ana Piterbarg que explora con inteligencia y estilo el tema del doble y se pregunta acerca del coraje que habita en las personas civilizadas, alejadas de la violencia y el salvajismo.

Dos hermanos gemelos (ambos interpretados por Viggo Mortensen), cuyas vidas los han alejado en la adultez, vuelven a cruzarse brevemente en circunstancias muy particulares. Uno de ellos, Agustín, es un médico pediatra, que vive en pareja, con la cual está avanzando sobre la adopción de un bebé. El otro, Pedro, ha cometido un delito de secuestro que ha terminado el asesinato y, sabiendo que sufre de una enfermedad terminal, va a buscar a su hermano. Con poca verosimilitud, bien al uso del film noir, pero al servicio de su tema, Pedro le pide a Agustín que lo ayude a morir, pero se lo pide en su propio departamento en Capital Federal. En cualquier otra circunstancia esto habría terminado en un no, pero lo que Agustín no sabe es que Pedro está en una crisis total. La amenaza de formar una familia que no lo convence lo está llevando a separarse y su insatisfacción es absoluta. El mundo civilizado de Agustín se ha convertido en una pesadilla. Pedro, por el contrario, vive en el Delta del Tigre, lleva una vida marginal y delictiva, y junto con dos socios –uno de ellos amigo de ambos hermanos en la infancia. Se ha metido en un callejón sin salida. Al hermano civilizado le corresponde un futuro civilizado, al hermano salvaje le corresponde un destino violento e incierto. De forma inesperada, o no tanto, Agustín encuentra en la aparición de su gemelo la oportunidad de intercambiar roles. Pero como este es un film noir de punta a punta, el intercambio incluye que Pedro muera, creyendo todos que es Agustín. Claudia (Soledad Villamil, en una gran actuación pero un rol muy pequeño) recibe la noticia de que Agustín no quiere adoptar, luego que quiere separarse y unos días más tarde lo encuentra muerto. Metafóricamente hablando, Agustín no existe más. Agustín se ha convertido en Pedro en todos los sentidos posibles. Y a Claudia se le contrapone Rosa (Sofía Gala Castiglione, en un gran rol protagónico) en quien Agustín verá una nueva forma de relación. Una relación de film noir, condenada desde el comienzo, aunque el vínculo sea más fuerte que el que Agustín tenía con Claudia.

Todos tenemos un plan tiene una inquietante trama policial, tiene personajes impresionantes (a los mencionados sumemos a ese amigo, Adrián, interpretado magistralmente por Daniel Fanego, quien mete miedo con este papel) y posee una realización impecable. Pero lo que le da fuerza a la historia es justamente ese deseo por lo primitivo que late en el corazón de la civilización. Esa perturbación que lleva a Agustín a convertirse en todo lo que él ha reprimido. El ha llegado más lejos en la vida, ha triunfado según los cánones sociales, pero quiere volver a lo salvaje. Cuando alguien –sin saber que es él, claro- le dice cuan cobarde era Agustín, en su rostro se ve que él ha venido a comprobar si es así. Agustín se convierte en Pedro para saber si tiene el coraje que era marca de su hermano y que en él parecía estar ausente. Ambos hermanos como evidente metáfora de dos partes de un todo. Como escribió Jorge Luis Borges en Milonga del muerto, siempre fascinado por el tema del coraje: “Su muerte fue una secreta victoria. Nadie se asombre de que me dé envidia y pena el destino de aquel hombre.” Todos tenemos un plan golpea en esa inquietud, tan borgiana como universal.