Jazz de la tercera edad
Graciela Borges y Luis Brandoni actúan y recitan lo que les marca el guión, y de no ser por ellos, el resultado sería anodino.
Una historia de amor entre dos personajes adultos, acercándose a la tercera edad, donde nadie calla nada y tampoco parece importarle demasiado lo que digan los otros, da como tema para la comedia. Tokio es una comedia romántica porque tiene la historia de amor en 24 horas -presentación, seducción, conquista, noche de alcoba con luz tenue-, pero donde falla es en el haber del humor.
Mujer viajada, pero solitaria, el personaje de Graciela Borges llega a un bar donde tocan jazz, en Córdoba. Pocos lo saben, pero es el día de su cumpleaños y no quiere pasarlo sola. Espera y espera a un amigo, que no llega. Quien sí la tiene entre ojos es el pianista (Luis Brandoni), quien termina -corte de luz mediante- llevándola al departamento que un amigo le prestó, antes de irse de gira, dice. Allí habrá más jazz, confesiones, abundantes clisés, el desnudo de espalda de la actriz de Pubis angelical y ya es hora de ir cerrando la historia.
Que, de Maximiliano Gutiérrez (director de El vagoneta en el mundo del cine), depara alguna vuelta de tuerca, aunque bastante previsible, en los últimos momentos, con el personaje de Guillermina Valdes. Porque Tokio es como una puesta en escena teatral, con dos personajes centrales que necesitaba ser más aireada, aunque transcurra en 24 horas. Ya vimos lo que hizo Scorsese en una noche, pero esta película apunta en otra dirección.
Borges y Brandoni actúan, dicen y recitan lo que les marca el guión, y de no ser por ellos el resultado pudo ser anodino. Muchos recordarán Elsa & Fred, por aquello de dos personajes que apuestan al amor cuando otros se deciden por la mecedora, pero no hay comparación que valga.