La vida de John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973) está a primera vista asociada directamente a la fantasía, a la leyenda y a las lenguas desconocidas con resonancias medievales sencillamente porque lo primero que hacemos es conectar ese nombre a su magna obra como autor: El Hobbit, El Silmarilion y, sobre todo, la trilogía de El señor de los anillos. Este primer acercamiento cinematográfico a su vida nos aporta otros detalles: su condición de huérfano, un esforzado ingreso a los estudios superiores, el bullying que sufrió de chico y las amistades que surgieron después, más allá de esa condición.
Todos estos aspectos aparecen construidos a partir de los recuerdos que el propio Tolkien pone en juego mientras recorre las trincheras de la Primera Guerra Mundial poniendo en riesgo su vida. De la descripción se desprendería una existencia marcada por el sacrificio, la superación y cierto aliento épico, pero el resultado es otro: la vida de J. R. R. Tolkien expuesta en esta película resulta tan anodina que podría aludir a cualquier otra persona.
La acción transcurre pesadamente entre las cavilaciones del protagonista y un constante ejercicio declamatorio por parte de sus amigos y dos protectores, un religioso (Meaney) y un catedrático (Jacobi), ambos desaprovechados. Al final, los episodios de la vida de Tolkien empiezan a conectarse con su extraordinario legado literario, pero ya es demasiado tarde para recuperar el tiempo perdido.