El joven Ronald (Harry Gilby) recibe la noticia de que debe mudarse de su casa en el campo, a la ciudad. La escena no puede ser más clara, mientras su madre le dice que atesore en su memoria ese paisaje con el que creció, vemos un prado verde, puro y apacible.
El corte es drástico en la primera imagen de Birmingham, ciudad fabril del Reino Unido, de chimeneas humeantes, oscuridad, fuego y ruido. Sin dudas la referencia a la Tierra Media de “El señor de los anillos” la entienden hasta quienes no sean fanáticos de la saga literaria y cinematográfica. La comparación de la Comarca (campestre) y Mordor (citadino) ya predispone a encontrarse con una historia en la que la vida de Tolkien (Nicholas Hoult en su adultez) estará ligada todo el tiempo, entre lo real y lo imaginario.
Sus tiempos de infancia y adolescencia serán flashbacks de lo que ocurre con el escritor mientras trata de sobrevivir en las trincheras de las batallas en la Primera Guerra Mundial, tiempos en los que luchó para el Reino Unido. Conoceremos a su “comunidad”, su grupo de amigos, que serán fiel reflejo de la fraternidad por sobre todo, y también al amor de su vida, Edith (Lily Collins), con la que tuvo un romance eterno.
Esa mezcla entre lo real en su apasionante vida, y lo que después contó en sus obras cumbres “El Hobbit” y “El señor de los anillos”, es el punto fuerte del filme. Pero también la narrativa hará pie en su pasión por los idiomas y su significado, lo que primeramente lo llevó a crear el universo de la Tierra Media. Este viaje introspectivo a la genialidad del gran escritor de literatura fantástica es más un homenaje que un drama o filme de aventuras, pero de todas formas funciona y emociona.