Hacer una película de Tom y Jerry es una empresa arriesgada, ya que la estructura de la animación creada por William Hanna y Joseph Barbera hace 80 años (debutaron en 1940 con una serie de cortos producidos por la Metro Goldwyn Mayer) no está pensada para sostener una historia larga, sino para contar historias breves de peleas entre el gato y el ratón. Es decir, su formato original es el de pequeñas piezas cómicas que no duran más de nueve minutos, en las que se destacan el humor físico (slapstick), las persecuciones interminables y los desastres hogareños que ambos provocan con sus luchas desopilantes.
¿Cómo hacer entonces un largometraje de Tom y Jerry que, además, sea una mezcla entre personajes reales y personajes animados? Una posible opción es hacer una película que tenga a los personajes animados como excusas para contar otra historia, en la que los personajes reales sean los protagonistas y los dibujitos sean sus complementos. Algo de esto hay en la Tom y Jerry dirigida por Tim Story y protagonizada por Chloë Grace Moretz y Michael Peña.
La película cuenta, en principio, con dos tramas que se unen en una historia despareja y sin demasiadas ideas, muy por debajo del nivel que siempre supieron mantener los animalitos de Hanna-Barbera. Pero más allá de que la película se basa en una fórmula familiar que no se arriesga ni cuenta con el ingenio y la gracia característicos de Tom y Jerry, su director logra hacer una película imposible sin que sea un desastre.
En el comienzo vemos cómo nace la rivalidad entre el gato y el ratón. Tom se gana la vida en la calle haciéndose pasar por un tecladista ciego, y Jerry no tarda en aparecer para dejarlo en evidencia y arruinarle el negocio, lo que termina en esas típicas peleas que levantan polvareda.
Luego aparece la protagonista principal, Kayla (Chloë Grace Moretz), quien, al igual que Tom, también se gana la vida haciendo trampa: la joven entra a trabajar al Royal Gate Hotel, como coordinadora de ceremonias, después de quedarse con el currículum de una mujer que esperaba una entrevista laboral. Por otra parte, el empleado interpretado por Peña, Terence, nunca ve con buenos ojos a Kayla porque duda que pueda desempeñar el trabajo que le acaban de dar.
Las cosas empeoran cuando descubren que el ratón Jerry se instala a vivir en el hotel, lo que significa una amenaza para el personal y para la inminente boda de lujo que se realizará en el lugar. Es ahí cuando a Kayla se le ocurre proponer al gato como ayudante para eliminar al ratón, dando lugar a las peleas antológicas que los hicieron famosos.
Es un poco raro y contradictorio lo que sucede con Tom y Jerry. Si bien es una película irregular y anodina, plagada de lugares comunes predecibles, también es una película que sostiene, durante 100 minutos, una historia descabellada entre el gato y el ratón (y otros personajes animados y reales) sin que resulte fallida, con algunos momentos aceptablemente divertidos, un par de gags eficaces y unas cuantas ocurrencias que despiertan la sonrisa tímida del espectador más pequeño.