Una propuesta que naufraga en sus intenciones
Al desprenderse del sentido original de la serie animada, ubica como coprotagonistas a sus personajes.
En el recuperar viejas series de antaño, para producir películas que permitan construir relatos que aúnen a la familia en los cines, el reciente estreno de Tom & Jerry (2021), y otras producciones como El pájaro loco, El oso Yogui, pierden la oportunidad de trasladar a la pantalla grande el sentido original de sus personajes.
Tom y Jerry han permanecido en la memoria de generaciones y generaciones con sus clásicos enfrentamientos inspirados en la supuesta rivalidad entre gatos y ratones. Varias veces se los ha remozado, reimpulsado, aggiornado, pero en esta oportunidad, en su llegada a la pantalla grande como live action, terminan siendo un vehículo para contar otras historias en las que ni siquiera tienen protagonismo.
Kayla (Chloé Grace Moretz) es una joven precarizada laboralmente, pero también algo inestable en cuando a la persistencia para conseguir sus objetivos. Cuando detecta la oportunidad de hacerse pasar por una candidata con eximio curriculum en uno de los hoteles más sofisticados de Nueva York, nada la haría suponer que parte de lidiar con ese nuevo trabajo será exterminar a Jerry, quien se ha instalado definitivamente en el lugar.
Ayudada por Tom, intentará lidiar con la “plaga” además de acompañar al equipo del hotel en la preparación de una de los eventos sociales más importantes, la boda de dos figuras públicas que traerán días ajetreados al lugar.
El realizador Tim Story pierde la oportunidad de trasponer en imágenes el espíritu dinámico, lúdico, festivo, del dibujo original, solo en una primera etapa del relato acude a las fuentes, replica algunos gags y luego se pierde en una película que olvida a sus protagonistas para narrar cómo Kayla se transformará, dejando de decir mentiras para avanzar en sus tareas diarias y acompañar los eventos que se precipitan tras la realización de la boda.
Curiosamente, para observar, en esta comedia ligera, hay un punto que el cine mainstream viene replicando con frecuencia, y que tiene que ver con la ubicación del rol de villano en la comunidad hispanoparlante. Aquí Terrance (Michael Peña), el segundo en jerarquía en el hotel, será el encargado de hacerle la vida imposible a Kayla, con autoritarismo, gritos y malos tratos, depositando, como se lo viene haciendo en varias producciones, el eje del mal en los latinos.
Con una animación rudimentaria, simple, descuidadas escenas en las que los “humanos” interactúan con Tom y Jerry, todo se hace cuesta arriba en una propuesta que naufraga en sus propias premisas, olvidándose de sus clásicos protagonistas y queriendo sumar música, más animación, con el objetivo de dispersar la atención sobre algo que, ya de por sí, pierde su norte a los pocos minutos de iniciarse.