Mas plata, mas talento, mejores efectos especiales, mejor libreto no siempre redunda en una mejor película. Comparada con la primera iteración basada en el personaje (del 2001 con Angelina Jolie), la versión 2018 es tan prolija como inerte. Cuando en el fotograma final Alicia Vikander se hace con el par de pistolas Heckler & Koch que caracterizan a su personaje, uno lo único que siente es indiferencia. Tomb Raider 2018 no hace nada mal, pero es incapaz de despertarte algo o dejarte un recuerdo mínimamente perdurable. ¿En donde está la falla?. Vaya uno a saber. Quizás sea porque se trata de Lara Croft Begins, y el personaje es tan falible como sufrido, distante a millones de años luz de la arqueóloga badass que todos conocemos de los videojuegos. O será que no cancherea cuando patea traseros. O quizás sea que le falten tres talles de corpiño mas. En todo caso el protagonista hace la diferencia, y Tomb Raider 2018 lo que termina ejemplificando es que, para ciertos papeles, no se precisa una gran actriz sino una estrella, alguien que irradie carisma y que ocupe toda la pantalla cuando aparece. Los musculitos de la Vikander impresionan, pero la perfomance de la actriz resulta anónima. Al menos la Jolie – que actuaba mal y canchereaba demasiado en el filme del 2001 – parecía disfrutar de las refriegas cada vez que se enfrentaba a una tonelada de malos hace casi dos décadas; acá en cambio esta sueca (de aspecto latino) mueve todos los músculos faciales como la actriz de altura que es, pero no va con lo que uno espera de Lara Croft. Es simplemente un acto fallido.
Lo cual es una lástima ya que la producción está cuidada y la trama es medianamente interesante. La primera media hora es algo soporífera y sorpresiva ya que a la Vikander la cascan de todos lados, hace piruetas fallidas con la bici (trabaja como delivery en un restaurant chino), nunca estudió un pomo (olvídense de la arqueóloga descifradora de misterios), nunca disparó un tiro y ni siquiera tiene la fortuna que todos conocemos. Su padre desapareció hace 20 años y ella se niega a dar el parte de muerto, lo que implicaría darle una chorrera de empresas y la enorme fortuna que éste le dejara. En cambio obtiene una pista, empeña un talismán de jade y se va con la plata justa a la otra punta del globo, a rastrear una pista sobre el paradero de su viejo, que fue a buscar la tumba secreta de una emperatriz china semi bruja y maldita por toda la eternidad. Se topa con el dueño de un cascarón flotante, le ofrece unas libras y el tipo – sin más preámbulos – decide hacerle caso y viajan al rincón mas peligroso del planeta, un mar plagado de nieblas y rocas que parece salido de la versión de King Kong de Peter Jackson. Bah, el filme toma prestadas demasiadas cosas de otras peliculas – el piso que se cae y la posición del penitente en la tumba de la emperatriz suenan demasiado parecidos a Indiana Jones y la Ultima Cruzada -, y las repite de manera prolija pero poco excitante.
Una vez en la isla perdida Lara se topa con Walton Goggins, que hace un villano decente, inteligente y bastante despiadado. No es guau pero es potable, un buen némesis para nuestra chica. Al ver que la muchacha le trajo los papeles de estudio de su padre – que reiteradamente le ordenó destruir en grabaciones de audio, video y mensajes escritos (!) -, tiene las respuestas servidas en bandeja. Después de 7 años de estar varado en la isla podrá encontrar el cadáver de la emperatriz y regresar a su hogar ya que es malo pero tiene una familia adorable. Y el cadáver de la susodicha posee un secreto letal, tan grave que puede borrar a toda la humanidad de un plumazo. Pero eso no le importa a Goggins ya que simplemente es un esbirro de una organización malvada (inserte su risa malévola aquí) que quiere tener semejante poder devastador en su mano como para extorsionar naciones o venderlo al mejor postor.
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Si bien el libreto tiene cosas traidas de los pelos, el principal lastre es la Vikander. No hay manera que el guión la venda de manera simpática o carismática. Cuando Harrison Ford iba a tirar abajo medio ejército alemán en la clásica persecución del camión en Los Cazadores del Arca Perdida, uno sentía la adrenalina y se maravillaba de la locura y el disparate del protagonista. Acá la Vikander tiene una escena muy jugada – en un bombardero de la Segunda Guerra mundial, varado en el borde de una catarata – y es incapaz de sacar un wow de la platea. La secuencia no está para nada mal; lo que ocurre es que, en todos los minutos previos, vimos con indiferencia a la protagonista y ahora no la acompañamos cuando está en riesgo su vida. A los héroes uno debe admirarlos y eso no ocurre aquí, resaltando la enorme distancia que hay entre un director prolijo como Roar Uthaug (de La Ultima Ola) y uno talentoso como Steven Spielberg. El noruego no mete la pata, no es un amante del disparate a lo Rob Cohen (que resulta nada creíble y hasta chocante), pero no logra inyectarte nada de energía en las venas. Imaginen este filme con Margot Robbie o Daisy Ridley (que fue barajada como candidata en su momento) en el rol, y verán que la actriz elegida le hubiera dado otro cariz al personaje.
Tomb Raider 2018 es simplemente correcta. Que la heroína favorita de los fichines se ve demasiado blanda y golpeada es cierto, y que la perfomance de la Vikander es superior al producto es verdad, pero también es cierto que uno precisaba alguien que radiara algo mas que una buena interpretación. Fíjense sino en Gal Gadot, que es de madera en las escenas serias pero brilla como el oro en la acción y en los momentos álgidos. Acá tenemos una historia rutinaria con escenas prolijas y un buen elenco, en donde el principal detalle es que la protagonista es tan buena actuando como cero impresionando.