“Que linda es Angelina Jolie. Pero qué linda que es”. Recuerdo bien que, hace casi diecisiete años, este pensamiento fue recurrente durante toda la proyección de “Lara Croft: Tomb Raider” (Simon West, 2001). Dos años después me pasó lo mismo durante las dos horas de proyección de la secuela: “Que linda es Angelina Jolie. Pero qué linda que es”. Lo que pasa es que en ambos casos, la ex de Brad Pitt era lo único que valía la pena, más allá de algún adelanto tecnológico. O sea que el relanzamiento del personaje una década y media después tiene tintes de reivindicación para este producto nacido en el mundo de los videojuegos.
Es notable como una gran oportunidad se ve absolutamente desperdiciada. Una teoría es que tanto el director, Roar Uthaug, como los guionistas de “Tomb Raider”, Geneva Robertson-Dworet, Alastair Siddons y Evan Daugherty, tienen entre 35 y 42 años. O sea veintipico cuando se estrenaron las originales. Todo indica que es un acto de venganza, o de soberbia, contra los guionistas y directores anteriores para demostrarles que sí se puede hacer peor.
En una aventura de estas características hay elementos que son insoslayables. El vértigo del montaje, el uso de diálogos filosos, por supuesto el humor frente a situaciones desesperadas y, obviamente, la instalación del verosímil y la construcción de personajes merced a un guión bien escrito.
Casi nada de esto ocurre aquí, porque la estética seria solemne y melancólica endilgada ex profeso a la protagonista, tiñe el metraje de una energía extraña, como si nadie la estuviese pasando demasiado bien, empezando por Alicia Vikander. Si el casting fue por phisyque du rol y nada más que por eso, parecería acertada la elección, pero aún con las características que Lara tenía en el videojuego: seca, de pocas palabras, fría pero decidida a la acción, etc, el cine de aventuras se puede tomar algunas licencias, porque hasta Scarlett Johansson en “Lucy” (Luc Besson 2015) tenía momentos de distensión facial y situaciones que promovían a la risa.
Lara Croft debe emprender un viaje a una isla llena de peligros, la misma en donde desapareció su padre. Con esto sólo basta para promover la habilidad de los artistas para contar la historia, pero entre los larguísimos momentos de distensión, las secuencias de acción desangeladas y diálogos demasiado difíciles de remar, por más Oscar que se haya ganado, “Tomb Raider” aburre y cae en un tedio de siesta en Santiago del Estero a las dos de la tarde, con chicharras incluidas. “Que linda es Angelina Jolie. Pero qué linda que es”.