A INDIANA JONES LE GUSTA ESTO
Llega una nueva versión de Lara Croft y no tiene nada que ver con Angelina.
El panorama protagónico-femenino-cinematográfico cambió bastante desde que Anjelina Jolie se calzó los zapatos de Lara Croft, allá por el año 2001. Las superheroínas, y las heroínas en general, vienen copando la pantalla cada vez con más fuerza (y éxitos), cargadas de vulnerabilidad, humanidad, destrezas y mucho girl power; y no tanto con esa sexualidad y lugares comunes que se esperan de ellas. “Lara Croft: Tomb Raider” (2001) respondía a otros estándares y “requisitos” de la época, por eso le queda tan bien esta refrescada de cara y actitud, que van más allá de una simple adaptación videojueguil.
“Tomb Raider: Las Aventuras de Lara Croft” (Tom Raider, 2018) hace borrón y cuenta nueva, toma como punto de partida la versión gamer de 2013, y se concentra en la aventura hecha y derecha, mucho más que en satisfacer las necesidades de los jugadores que gustan de la buscadora de tesoros, según el libro Guinness de los récords: “La heroína humana más exitosa en la historia de los videojuegos”.
Con apenas unos pequeños trabajitos en su currículum, el director noruego Roar Uthaug debuta en Hollywood con esta historia de origen, y una Lara (Alicia Vikander) bastante joven y rebelde que se niega a aceptar la muerte de su padre y, por ende, su herencia y su compañía. Mientras tanto, vive como puede, dedicándose al delivery de comida por las callecitas de Londres, al mismo tiempo que se mantiene bien en forma y me mete en cuanto problema se le cruza.
Papá Richard Croft (Dominic West) desapareció hace siete años y, desde entonces, Lara quedó al cuidado de su socia Ana Miller (Kristin Scott Thomas), quien ahora la alienta a aceptar el legado y seguir adelante con su vida. Lo que también recibe en la volteada es un acertijo y una llave que la lleva derechito hasta la oficina secreta de su padre, y una segunda vida que la chica desconocía. Richards se había obsesionada con el mito de la reina Himiko que, según dice la legenda, tenía el poder sobre la vida y la muerte, y fue confinada a pasar la eternidad en la isla de Yamatai para evitar que extendiera su mortífero dominio alrededor del globo.
La investigación de Croft se cruzó con una peligrosa organización llamada Trinity que quiere echar mano del cuerpo (y el poder) de Himiko, por eso dejó especificaciones para que Lara destruyera cada pieza de su indagación. Pero la curiosidad de la chica es más fuerte, y decide partir rumbo a Hong Kong para tratar de averiguar que ocurrió realmente con su padre, desaparecido cuando intentó llegar hasta Yamatai, un archipiélago más jodido con Skull y Nublar combinados.
En Hong Kong, Lara “contrata” los servicios de Lu Ren (Daniel Wu), capitán de un barco destartalado, cuyo papá desapareció junto al de la chica. Intentando llegar hasta Yamatai, la nave queda atrapada en medio de una tormenta, y ella logra llegar a la costa, sólo para ser atrapada por Mathias Vogel (Walton Goggins), líder de una expedición quien intenta encontrar la tumba de Himiko bajo las órdenes de Trinity.
Lo que sigue es pura acción y aventura, bien al estilo del videojuego y de ese arqueólogo cinematográfico tan, pero tan famoso. Sí, se nota a la legua la “influencia” de Indiana Jones -sobre todo de “La Última Cruzada”-, de la que Uthaug toma prestados unos cuantos guiños y la estructura del serial de aventuras más clásico.
El modernismo lo agrega con una artillería de escenas de riesgo y efectos especiales (algunos mejor logrados que otros) y, por supuesto, su protagonista, ninguna damisela en peligro, decidida a hacer lo que sea necesario para salvar el día.
El director prefiere enfocarse en el puro entretenimiento y se despega de la estética fichinera para contar su propia historia. Desde el minuto cero nos mete de lleno en la súper acción, algunas persecuciones y la alocada vida de Croft, pero también le deja su lugarcito a las emociones y a la importancia del lazo entre padre e hija, punto clave para la formación del carácter de Lara, cada una de sus acciones y, posiblemente, el futuro de la franquicia.
“Tomb Raider” no es una película de aventuras que sobresale, es más, entrega un relato y villanos bastante genéricos (aunque, aguante Goggins, no nos importa nada); pero sabe dónde poner el acento (su protagonista) y cómo mantener nuestra adrenalina bombeando hasta el último minuto. Es una historia de origen que sigue el manual al pie de la letra, pero no podemos culpar a Uthaug por irse a lo seguro, más teniendo en cuenta la suerte que suelen correr la mayoría de las adaptaciones de videojuegos.
Alicia Vikander es el centro -y lo mejor- de todo esto, una mujer que se abre camino en un mundo de hombres (esperemos que sólo por ahora, ya que le estarían faltando algunas actrices a este elenco); una heroína vulnerable que se dobla pero que no se rompe, demostrando que no se necesitan súper poderes ni tetas enormes, sólo inteligencia, habilidad y bastante ejercicio físico, claro. Sigue siendo un personaje de ficción, pero para nada bidimensional. Le creemos sus angustias y su espontaneidad, porque fue criada de esa manera y se convirtió en este espíritu libre con ganas de no encasillarse y de escribir su propia historia.
No se necesita ser un experto en el jueguito de Square Enix para disfrutar de la película, pero tampoco hay que ser muy exigente a la hora de la narrativa y estar dispuesto a abrazar todos esos “homenajes” que trae consigo.
“Tomb Raider” deja la puerta bien abierta para el futuro de la franquicia, y a una protagonista bien plantada para seguir adelante y madurar con sus aventuras. Divina como siempre la banda sonora de Tom Holkenborg que se complementan a la perfección con unos cuantos temas gancheros. Eso sí, revisemos esos efectos, y si tanto nos gustan las peripecias de Indy, tomemos nota de cómo lo hacían Steven y George cuando no tenían tantas computadoras a mano.
LO MEJOR:
- Alicia Vikander. Punto.
- Ese gustito por la aventura más clásica.
- Que no necesita anclarse al videojuego.
LO PEOR:
- Media pila con ese guión, muchachos.
- Representación femenina a medias.