Tomorrowland es el último estreno de la factoría Disney, con dirección de Brad Bird (The Iron Giant, The Incredibles) y protagonizada por un George Clooney (Ocean's Eleven, Gravity y la inolvidable E.R.) cada vez más parecido a Pocho la Pantera. A simple vista, parece ser un inofensivo film sobre una realidad alternativa, pero ¿lo es realmente?
Todo comienza en la infancia de Frank, el personaje de Clooney (pero que de pibe lo interpreta Thomas Robinson). Frank viaja justamente a Disney para participar de una especie de convocatoria de inventos científicos, donde le muestra a Nix (un Hugh Laurie que demuestra que puede despegarse perfectamente de su Dr. House, aunque algunas lineas de diálogo le jueguen en contra) su invento: una mochila propulsora para volar, pero que no funciona del todo bien; tanto es así que, en un claro tono de "cualquier cosa te llamamos", Nix lo despacha rápidamente. Es entonces cuando Athena (Raffey Cassidy, de Snow White and the Huntsman) le da un pin con la letra "T" de Tomorrowland; es gracias que este pin que -tras seguirlos a ella y su grupo al subirse a una atracción-, Frank podrá transportarse hacia esta especie de país de la utopía y la felicidad, de la evolución científica, donde los autos vuelan y todo eso.
Ahora sí, ATENCIÓN... ¡¡SPOILERS!!
Pasan varios años, y se acerca el Apocalipsis al planeta Tierra. Entre idas y venidas, Athena recluta a Casey (Britt Robertson, la misma de The Longest Ride) porque es especial y, junto al desterrado Frank (ahora sí, un reacio Clooney adulto) regresan y se enfrentan a Nix, quien, básicamente, usa una máquina para predecir el futuro que diseñó el mismo Frank, y de esta manera influir negativamente en las personas y hacer que acepten la idea del Apocalipsis... porque, precisamente al aceptarla, sucederá.
Parece una película más sobre No Rendirse, sobre los sueños y sobre la interracialidad políticamente correcta, porque el elitismo que había al principio del filme para entrar a Tomorrowland deviene en una migración masiva de múltiples nacionalidades. Pero, en el fondo, creí leer algo bastante más perverso que intentaré detallar a continuación...
Tomorrowland es Disneylandia. Visualmente las similitudes son evidentes. Una de dos: o los directores de arte de la empresa del ratoncito se quedaron sin ideas o la similitud es intencional. Y claro que la opción mas indicada es la dos: ¿por qué remitirían a un espacio tan específico accidentalmente? ¿Me vas a decir que con los estándares de profesionalidad que tienen nadie dijo, "Che, man... esto es igual a Disneylandia"? De hecho, la aventura comienza en el parque, en los años '50, y es a través de una atracción que se abre un portal mecánico reconociendo los pines con la "T" y Frank puede llegar del otro lado.
Las rutas de esta especie de Wonderland (que en realidad no tienen sentido porque los autos vuelan) son (visualmente) montañas rusas: tienen ese recorrido, esas curvas, esas pendientes, remiten a las atracciones de manera directa. El monitor, el centro desde el cual se transmiten esas ondas radiales negativas que hacen que la humanidad acepte su extinción es, de manera literal, la famosísima pelota gigante de Epcot Center. Para volver a Tomorrowland, los personajes recurren a un transbordador interdimensional que parte de la Torre Eiffel, justificándose en que Eiffel la creó a modo de antena conociendo la existencia del otro mundo. ¿En qué lugares del mundo, fuera de los EE.UU., hay Disney Resorts? Sí, adivinaste: en París, además de Tokio y Hong Kong.
Por último, el personaje de Casey. En primer lugar, el vestuario. Esa gorrita roja de la NASA, justificada en una linea de diálogo como que "es de su padre" da una enorme sensación de pibita yankee de vacaciones que va a divertirse al parque. Y eso sin contar siquiera su actitud, gritando desaforadamente como si estuviera en una montaña rusa cada vez que se sube a algún transporte específico con un poquito de adrenalina, como la bañera voladora de Frank.
En Tomorrowland, Nix tiene un plan muy claro aunque al principio lo niegue: destruir el mundo, hacer que la gente se rinda, transmitiendo su perverso mensaje. ¿Cómo evitar sentirte en medio de una gran manipulación que te es revelada impunemente si estás, justamente, en una sala de cine viendo una película de Disney? ¿Cómo plantarte si la manipulación te revela su propio mecanismo para moldearte, en medio de su proceso mismo de moldeado?
Lo mas irónico, cínico o sombrío, como quieran llamarlo, es que finalmente ese monitor, ese mensaje desesperanzador, es destruido. Y las puertas de Tomorrowland vuelven a abrirse para todos: para el papá de Casey que no tenía trabajo, para los negros, para los iraníes, para los chinos, para todos, como una enorme burla final de Disney sobre una igualdad que no promulga y que nunca defendió, y regalándote un final feliz para que salgas de la sala empalagado como un autómata, olvidándote que te avisaron durante toda la peli que estaban lavándote la cabeza.
VEREDICTO: 6.0 - ¡HIPÓCRITA!
Con un muy buen ritmo narrativo, personajes sólidos y una dualidad dimensional completamente creíble, Tomorrowland te muestra la punta del iceberg de lo macabro que puede ser Disney. Pero no lo cuestiona ni lo destruye: simplemente se te ríe en la cara y sigue con lo suyo.