Se disfruta del principio al fin relato en parte futurista
A lo largo de algo más de dos horas,“Tomorrowland” logra que el interés en ningún momento decaiga, lo que muchos otros films no consiguen.
Si bien a priori su principal atractivo es la presencia de George Clooney, serán dos jóvenes y muy diferentes figuras femeninas quienes más graviten en hacer disfrutable este relato, que transcurre en diversos momentos y lugares.
Comienza en la Feria Mundial de Nueva York de 1964 cuando un niño, Frank Walker, presenta un invento en competición que es rechazado produciéndole gran frustración. Sin embargo su encuentro con Athena (Raffey Cassidy), una misteriosa pelirroja de su misma edad, compensará el mal momento.
Encontraremos a Frank (Clooney) cinco décadas más tarde, o sea en la actualidad, convertido en un científico que ha encontrado la forma de “viajar” hacia un mundo del futuro y que recluta para sus incursiones a Tomorrowland a “soñadores”, personas de alta creatividad y elevado cociente intelectual.
Será entonces el turno de introducir a Casey Newton (Britt Robertson), una de tales privilegiadas y alrededor de quien, a partir de la media hora del film y hasta el final del relato, girará el grueso de la acción.
Habrá aún un personaje con alguna gravitación, conocido como David Nix, a quien da vida Hugh Laurie en un ser siniestro y opuesto al trío central.
Aunque la película apela, como muchas otras del género fantástico, a los efectos especiales su mayor encanto radica en que es lo suficientemente original como para diferenciarse de títulos anteriores, como por ejemplo la trilogía de “Volver al futuro” de Robert Zemeckis.
Hay sí algunos momentos donde los efectos deslumbran y uno en particular en el tope de la Torre Eiffel, que es preferible no detallar para mayor placer del potencial espectador de “Tomorrowland”.
Es muy destacable la pericia de su director Brad Bird que no ha defraudado en ninguna de su obras anteriores con títulos tan recordables y disimiles como “Los increíbles”, “Ratatouille” o “Misión imposible: protocolo fantasma”.