Tomorrowland

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

En las tierras del futuro

El cine de estos tiempos está especialmente obsesionado por el futuro, por futuros distópicos: entre otras Los juegos del hambre, La idiocracia, Divergente, Interestelar. Tomorrowland, desde su principio y desde la historia de Estados Unidos y del cine, busca futuros que se soñaban distintos, mejores, más luminosos, más inocentes, menos desencantados. Es muy pertinente entonces situarse en la Feria Mundial de Nueva York de 1964, en la que Walt Disney presentó su atracción "It's a Small World", actualmente en Magic Kingdom de Orlando. Desde ese paseo -inolvidable, pegadizo- la película salta, desde la mirada de un personaje, Frank, hacia esa tierra del futuro que promete el título; luego se centrará en el otro personaje protagónico, la adolescente Casey, y se nos contará cómo fue que ella conoció la tierra del futuro. Clooney está al 75% de su carisma posible, o sea mucho pero justo, y felizmente sin sobrar al personaje. Britt Robertson -si bien se nota que no es una teenager- demuestra que puede con energía encarnar la aventura (mientras arma progresivamente su carrera de estrella, este año ya se la vio en la romántica El camino más largo). Frank y Casey son dos elegidos, dos inteligencias notables, dos seres perseverantes.

Está el mundo del futuro, y hay androides (de paso, qué actriz es Raffey Cassidy a sus 12 años). Y están, como tema principal, las amenazas actuales de un futuro sombrío que se repiten una y otra vez en los discursos periodísticos, científicos y también cinematográficos. Hay viajes espaciales, en el tiempo, en las dimensiones, hay conjeturas que a veces hay que aceptar velozmente. Pero ésta no es una película "complicada" al estilo de la rimbombante Interestelar. Tomorrowland propone un juego fascinante, como de una atracción de un parque de Disney, y el sentido de la aventura y la capacidad para ponerla en escena de un director como Brad Bird, alguien con sólo buenas películas como antecedente: El gigante de hierro, Los increíbles, Ratatouille, Misión: Imposible - Protocolo Fantasma.

Una muy buena decisión de Tomorrowland es no atarse a su título: la mayor parte de la película no transcurre en la tierra del futuro, sino en el presente, en donde suceden aventuras especialmente vivaces, con varias secuencias de movimientos perfectamente coreografiados y montados: Bird ya probó que podía manejar a la perfección la acción en vivo en su Misión: Imposible y uno de los montajistas es nada menos que Walter Murch. En un momento, pasada la mitad, en París, la película parece mejorar aún más, con mayor apertura para la aventura, planos para el asombro y referencias múltiples a los inventos y al cine como invento. Si no estamos ante una película extraordinaria es porque el planteo de esperanza en la humanidad decanta en el final por algunas ñoñerías sentenciosas, planos publicitarios blandos y "el mensaje" se interpone brevemente en el camino del cine. Pero un segmento final con problemas no empaña la encantadora aventura que Bird y su equipo supieron conseguir para esta película con sabor de matiné.