Tomorrowland

Crítica de Leonardo M. D’Espósito - Revista Noticias

Brad Bird ha demostrado en sus cuatro largos anteriores (El gigante de hierro, Los Increíbles, Ratatouille y Misión: Imposible – Protocolo Fantasma) no solo una enorme capacidad de invención y técnica, sino también inteligencia para comunicar ideas complejas de manera directa, sin que tales ideas pierdan, si la tienen, ambigüedad. Es un director que toma partido por lo que piensan sus personajes pero no le imponen tales opiniones al espectador. Tomorrowland es su film más desparejo: visualmente impresionante, la historia de una utopía perdida y reencontrada que involucra a un hombre amargado (Clooney) y una joven idealista (Robertson) a veces resulta desmañana o desprolija; a veces incluso revela sus ideas de manera demasiado evidente. El tema es la curiosidad y el optimismo. O si, mejor, en un mundo tan difícil como el que vivimos cabe aún el optimismo. Lo hace con una aventura infantil porque asume el único punto de vista posible para el asombro del descubrimiento en estos días, el del niño. Y eso logra que esta aventura colorida y vertiginosa (a veces demasiado) sea cualquier cosa menos pueril. Sin llegar a los límites de emoción de esa obra maestra que es Ratatouille, Tomorrowland hace algo que muchas películas de hoy no: se pregunta cosas y propone respuestas. Un film evidentemente retro, también en la manera como confía en la inteligencia del espectador para que descubra -él también- un mundo no nuevo sino posible.