La vida por un gag.
En los primeros minutos de Tonto y Retonto 2 hay una referencia a una escena de The Navigator de Keaton que marca el rumbo y que contiene el espíritu de la película: humor pavo con corazón. Justamente viendo esa película de Buster en el living de la casa de mi vieja, me puse a charlar con ella sobre cómo era posible que las pavadas del navegante nos parecieran geniales; cómo se logra profundidad con algo a priori tan simple como el humor físico. Bueno, seguramente no sea algo fácil de lograr y tal vez no haya explicación para poner a Keaton en una vereda y a pedorradas también simplonas pero horribles como la adaptación sacrílega de Los Tres Chiflados (también de los Farrelly) en otra muy lejana. Lo paradójico del humor bobo es que tanto para hacerlo como para disfrutarlo hay que estar atento, rápido, poner en juego al intelecto aunque no exista reflexión: para disfrutar la catarata de gags y chistes nabos de Tonto y Retonto 2 que, al igual que en la primera, no para nunca, hay que estar despabilado. Por ello y otras cuestiones (como la habilidad de tratar gran cantidad de temas sin la innecesaria solemnidad), no entiendo cómo todavía hay críticos amargados e intelectualoides que siguen hablando de la comedia como un género menor.
El cine de los Farrelly, a pesar de haber influenciado -sobre todo en el humor escatológico- a la denominada “nueva comedia americana”, siempre estuvo lejos de sus tópicos y de su estilo de humor. En los Farrelly no hay culto a la adolescencia o al coming of age ni cierta búsqueda de realismo biográfico en las situaciones. Las películas de los hermanos en general, y sobre todo las Tonto y Retonto en particular, tienen algo de chiste infantil, buena onda, despojado del cinismo del mundo adulto (algo que también lograron los nuevos Muppets). Como si los subnormales que pueblan sus películas fuesen mejores que la mayoría. Por eso no hay burla jodida tinellesca a pesar de llenar la pantalla de zapallos. A diferencia de otros hermanos, los Coen, los nabos de los Farrelly son héroes y no víctimas de su discapacidad. Y esas buenas vibras son las que se notan, son el alma de su cine y de Tonto y Retonto.
Esta secuela (la posta, no ese mamarracho que funcionaba en realidad como precuela) tiene una trama muy similar a la original, una bromantic road movie deforme en la que los dos amigos buscan a una chica. Pero los amigotes Daniels y Carrey ya no son dos treintañeros, y la madre de la chica que buscan es nada menos que la mamá asesina de John Waters: Kathleen Turner. Jetas surcadas, papadas y pliegues llenan los planos adrede, y hoy en día mostrar la vejez tan orgullosamente como en Tonto y Retonto 2 es más irreverente que todo el humor escatológico del mundo. El trío la rompe y los Farrelly suman otra joya a una carrera marcada por películas gigantes que además de a los dos héroes idiotas tienen en sus filas a glorias como Irene, Yo y Mi Otro Yo, Kingpin y Loco por Mary. Una carrera de la hostia, compañeros.