Siempre se vuelve al primer amor.
Antes de compartir la crítica, voy a intentar evitarles los spoilers lo máximo posible… aunque mejor no, no voy a pensar tanto, sólo escribirles.
En una época donde lo clásico se recicla, regresa con secuelas o falsos reinicios, tenemos a Top Gun: Maverick, un filme que nunca pretendió ser una franquicia pero sí logró suficiente éxito como para quedar grabado en el recuerdo como una de las mejores películas de los 80.
Hoy, a 36 años de aquella Reto a la Gloria de 1986, Top Gun: Maverick no sólo ostenta ser la secuela que más tiempo tardó en realizarse en la historia del cine, sino también que regresa a la vieja escuela de filmación sin CGI (o al menos minimizándolo todo lo posible). Para llevarla a cabo la producción fue impulsada por una estrella que no necesita presentación: Tom Cruise.
El actor no sólo fue el protagonista: su influencia como productor resultó más que crucial para la realización del filme, y a su vez dejó lucirse a Joseph Kosinski detrás de las cámaras, con quien ya había trabajado en Oblivion: el tiempo del olvido en 2013.
En el filme no sólo tenemos escenarios reales y la eliminación de aquellas pantallas verdes que tanto nos tienen acostumbrados, sino que la nueva camada de Top Gun debió pasar por un entrenamiento riguroso previo al rodaje por órdenes de Tom Cruise. Por otro lado, en cuanto a la historia, también tenemos el factor nostalgia en la presentación donde el filme poco a poco va tomando vuelo propio.
En este caso, debo destacar que se abordaron bien las ausencias de Meg Ryan y Kelly McGillis y creo que de estar presentes sería demasiada carga nostálgica. Ver el filme actual y a Maverick nos transmite el porqué de la ausencia de sus personajes sin necesidad de hacer mención alguna.
Al margen de las grandes secuencias en el aire, Maverick parece haberse quedado anclado al pasado; el recuerdo de su amigo fallecido Goose y su personalidad atrevida durante las misiones siguen ahí, pero también tenemos las incorporaciones de Miles Teller, quien encarna al hijo de Goose, y Jennifer Connelly, su nuevo interés amoroso, que ayudan al personaje a avanzar y redimirse de aquel recuerdo amargo.
El hecho de ver a Maverick atado al pasado es un claro mensaje a la industria del cine: no sólo se muestra reacio a la tecnología avanzada sino que reitera su convicción sobre las capacidades del ser humano y que la tecnología jamás lo podrá reemplazar en su totalidad. Algo que también funciona como un guiño de los borradores previos que hablaban sobre la inclusión de los drones y la eliminación de los pilotos de avión.
Con aquella premisa, tenemos también una de las escenas más sublimes y es el reencuentro entre Iceman (Val Kilmer) y Maverick, aquellos personajes que en la primera entrega habían sabido rivalizar, donde queda claro que el tiempo pareció limar sus asperezas. Considerando el problema de salud que aqueja a Kilmer, es algo que le da una mayor carga emotiva.
Sin lugar a dudas, Tom Cruise al igual que los pilotos de Top Gun, demuestra una vez más que tiene cuerda para rato y que no hay que pensar mucho en las cosas, sino hacerlas.