Si bien no hace falta decir que a Top Gun: Maverick hay que verla en cine, no está de más recordarlo. La secuela de la icónica película de 1986, protagonizada por Tom Cruise, tiene la vena de lo cinematográfico en estado puro. Es imposible disfrutarla en pantalla chica. De hecho, fue su protagonista quien salió a decir que a la película hay que verla en una sala de cine.
Lo que hace el equipo detrás de esta nueva Top Gun es admirable y emocionante. Con Cruise a la cabeza y Joseph Kosinski en la dirección, la película logra sumergir al espectador en su trama trepidante. Es tan buena que cuando los créditos anuncian el final, el público se encuentra extasiado y contagiado de la adrenalina de las escenas que acaba de ver.
La película tiene una primera hora que está al servicio del fan, respetando fórmulas del género y procedimientos modélicos como si estuviera calentando los motores de la nave voladora en la que se convertirá. Kosinski presenta a su estrella principal y nos retrotrae de una bofetada nostálgica al pasado de Maverick, haciendo uso de flashbacks, de fotos y de diálogos para refrescarnos la película anterior.
Luego se presenta a los integrantes de la nueva élite de pilotos, y Kosinski aprovecha una situación de distensión en un bar para mostrar los sentimientos de algunos de ellos, sobre todo de Rooster (Miles Teller), el hijo de Goose, el compañero y amigo de Maverick fallecido en la película de 1986. Rooster no quedó bien, y Maverick tendrá una segunda oportunidad para no sentirse culpable por la muerte de su amigo.
Después de 35 años, los oficiales de la Marina de Estados Unidos llaman a Maverick para que sea el entrenador de la nueva élite de pilotos, llamada “Top Gun”, ya que tienen que cumplir con una misión arriesgada y peligrosa.
Maverick se entusiasma y quiere ser el capitán del equipo, respaldado por su viejo rival y amigo Iceman, interpretado por un conmovedor Val Kilmer, quien debido a su imposibilidad para hablar tiene que recurrir a la comunicación escrita (aunque gracias a la magia del cine, logra finalmente emitir unas palabras que le sacan el primer lagrimón al espectador). De este modo, el homenaje a la vieja Top Gun queda sellado con escenas cargadas de nostalgia.
Sin embargo, hay quienes se oponen a la idea de que Maverick se involucre en la misión. Por ejemplo, el personaje de Jon Hamm, Cyclone, rechaza la participación de Maverick, pero el personaje es tan rico en matices que nunca llega a ser un odioso de trazo grueso, sino más bien alguien con corazón, como los personajes de Charles Parnell y Bashir Salahuddin, que se emocionan con cada logro de los pilotos. Y el personaje de Jennifer Connelly le da el toque romántico a la historia, con un cierre que refuta cualquier interpretación ambigua.
Si bien la película recurre a soluciones propias del género, en los últimos 40 minutos levanta vuelo y se concentra en una película de aviones diseñados para el combate. Top Gun: Maverick empieza como una película anclada en el pasado y termina como una apabullante película de acción de naves supersónicas.
Dedicada a la memoria de Tony Scott (director de la de 1986), Top Gun: Maverick hace hincapié en el equipo, en la camaradería, en la amistad. Maverick es el padre presente de una generación huérfana, a la que ayuda para que sus integrantes puedan constituirse como verdaderos hombres. Top Gun: Maverick cree en los grandes valores, en sus personajes, en la historia que cuenta y, sobre todo, en el cine.