Torrente sufre la crisis que asola al país y vive en condiciones miserables, por lo que cuando se le ofrece matar a alguien por encargo se ve obligado a aceptar. Finalmente es utilizado como chivo expiatorio, siendo encarcelado por un crimen que no cometió. En prisión, toda su obsesión será escaparse para limpiar su nombre.
Pienso que cuando Torrente, el brazo tonto de la ley tuvo su estreno allá en el lejano 1998 pocos pensaron que 13 años después se estrenaría una cuarta parte, menos que esta fuera en 3D. Que se convirtiera en un fenómeno social, en un clásico instantáneo, era algo innegable teniendo en cuenta que el éxito de público y taquilla sólo fue superado por su secuela, llegando a competir palmo a palmo con grandes tanques de la época. Hoy el espectador sigue firme junto a Santiago Segura, a quien la crítica especializada ha abandonado desde la segunda parte. Pareciera que para él sólo hay dos formas incompatibles de filmar a este ser miserable, una es jugar, valga la redundancia, sobre seguro, películas para fanáticos se podría decir, y otra es la innovación, el riesgo, para agradar al que escribe en los diarios. Entre una y otra nuevamente elige la primera, como ya hiciera en Misión en Marbella y El Protector, priorizando el chiste repetido, humor escatológico, desnudos por doquier y a un Torrente más racista, nacionalista y despreciable que nunca. Una película que no suma nada nuevo a la saga pero, como ocurrió siempre con cada estreno, es sumamente divertida.
En el marco del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI) se presentó Torrente IV: Lethal Crisis y el mismo Segura vino a promocionarla. Apunta como sus predecesoras al lado más bajo de cada uno, muestra las mayores miserias de un hombre horrible y el mundo decadente que transita cada día, y nos hace reír. No importa el color, religión, partido político o preferencias sexuales, todos son potenciales víctimas del maltrato de este personaje políticamente incorrecto, que nos permite la risa porque sabemos que se trata de una parodia. Si se la considera desde lo que aporta a la saga, esto es poco y nada, vuelve una y otra vez sobre chistes usados en las anteriores. Las vigilancias nocturnas y el '¿nos hacemos unas pajillas?', las participaciones especiales del Kun Agüero o David Bisbal (quien fue lo peor que tuvo la película porque se lo dejó intervenir más de la cuenta) emulando lo que se hizo con Carlos Moyá en la segunda, las escenas de sexo del propio Torrente y más, son elementos reciclados y allí reside su gracia, porque es lo que el fan espera. Uno se sienta con sus anteojos 3D sabiendo que de un momento a otro una de esas frases va a aparecer, porque de no hacerlo sería una desilusión.
Un aspecto que realmente no suma nada es el uso del 3D que, a pesar de las reuniones con James Cameron y su equipo, es una herramienta que no está aprovechada. Una lástima teniendo en cuenta el crecimiento en los costos de producción que esto debe haber supuesto. Otro que ya es algo recurrente es el de las apariciones de ‘celebridades’, que sacando a los futbolistas del Real Madrid y al ya mencionado delantero de la rojiblanca, un espectador no español puede no conocer a nadie y en ese sentido perderse de muchos chistes, por así decirlo, internos.
Con referencias a otras películas, principalmente las de James Bond y Victory (Escape a la Victoria), Torrente IV: Lethal Crisis está lejos en calidad de la original, pero no defrauda, manteniéndose a la par de las otras dos, siendo incluso superior a la tercera. El enorme éxito de taquilla que tuvo a lo largo de toda España hace suponer que en breve se hará realidad esa placa que promete Torrente 5: Episodio Final para el 2017.