Un chiste de gallegos contado por un gallego
No debe de haber muchas cosas más graciosas en el mundo que un chiste de gallegos contado por gallegos. Y eso es precisamente lo que ha venido haciendo Santiago Segura con su saga de Torrente: contar buenos chistes de gallegos en formato de película.
La manera en que expone la imbecilidad, los prejuicios y las taras de sus compatriotas sería no sólo forzada, sino insoportable para el orgullo nacional de cualquier otro país. Sin embargo, resulta natural para la cultura española, que se viene riendo de sus pretensiones de grandeza y de sus obtusas torpezas desde la época del Libro del Buen Amor hasta el cine de García Berlanga y del primer Almodóvar.
En Torrente 5, Operación Eurovegas, Segura ofrece un verdadero desfile de esperpentos, una desopilante procesión de hombres y mujeres de dudoso coeficiente mental. Una serie de personajes de los que uno se ríe de sólo verles las caras, austrias menores sin nobleza, pero impulsados por una avidez y una ingenuidad que los redime de todo mal y de toda melancolía.
Corre el año 2018, Torrente acaba de salir de la cárcel y España de ser expulsada de la Unión Europea. Cataluña se ha independizado y su selección de fútbol está a punto de jugar la final del Mundial contra Argentina. Pero tal vez lo que mejor define el carácter posapocalíptico del paisaje social es la imagen del estadio Vicente Calderón, donde juega el Atlético de Madrid, en proceso de demolición.
Más allá de que el detective racista, borracho y corrupto, interpretado por el propio Segura, es el centro de atención, esta vez aparece casi todo el tiempo acompañado de un cortejo de deficientes mentales, justificados por un guion que es una burda parodia de La gran estafa y que para más irrisión incluye una estrella de Hollywood en el elenco: Alec Baldwin.
Guiados a la distancia por ese ladrón extranjero, toda esta banda de ineptos se propone robar el casino de Madrid, con un plan tan elaborado, tan complicado y tan preciso que resulta imposible imaginar que vaya a ser ejecutado por semejantes bestias semihumanas, en quienes el deseo de ser millonarios no se distingue demasiado de la gula, la lascivia o la incapacidad de entender y de hacerse entender.
Contenidas por ese marco argumental, todas las formas del humor se combinan, se mezclan y se confunden para no darle tregua ni un momento al músculo que conecta el cerebro con la mandíbula del espectador y cuyo movimiento más expresivo y más convulsivo se conoce como carcajada.