El hombre más guarro del universo mundial.
El otro día recordábamos con un viejo amigo la enorme cantidad de películas que vimos en cine durante la segunda mitad de los noventas. Lejos del cine moderno de corte intelectual que consumíamos en mucha menor medida, nos mandábamos a toda la chatarra hollywoodense que aparecía; y, cada tanto, enganchábamos alguna perlita por fuera de la gran industria. Íbamos mucho al Atlas Santa Fé pero no teníamos una preferencia exclusiva, si pintaba ir a los cines de Lavalle, para allá íbamos. Y fue en el Monumental de la peatonal donde nos cruzamos con la primera Torrente allá por el año del Y2K. No estaba muy convencido pero mi amigo me sacó las dudas rápido cuando me describió al gordo infame. Y a partir de ese día, Torrente se volvió uno más de nuestra familia de chascarrillos cotidianos. Porque muchos de nuestros códigos humorísticos compartidos son una construcción en base a nuestros consumos culturales; Torrente, como Los Simpsons, nos regaló un imaginario fabuloso para incorporar chistes.
La nueva Torrente está hecha para nosotros, para esa gran cantidad de chabones que nos venimos riendo con el hombre más guarro del universo mundial desde hace quince años. Está plagada de referencias a la primera y con varios mutantes de partes anteriores de la saga. Claro que no los voy a aburrir mencionando a todos pero no puedo no nombrarles a Amparito, que sigue siendo un polvazo -sobre todo sin pagar- con el cuerpo intacto aunque con los años en la cara, igual que el héroe, con esas arrugas de exobeso y encima un poquito avejentado adrede. Y así como hay muchas autoreferencias también hay mucha broma para el público español, como cuando uno de los patiños del gordo hace toreo con un perro. Ese tío es nada menos que Jesulín de Ubrique, famoso torero español pero desconocido para el resto del mundo.
Facho, xenófobo y putañero, el gordo sucio aprovecha los temas siempre en la punta de la lengua del progresismo internacional para taparlos con mierda: “¿explotación sexual? Si se les paga bien” y así. El humor border que ya conocemos mezclado con algunos chascarrillos que ya ni nos causan gracia pero que no pueden faltar, como pasa con esas anécdotas gastadas en las reuniones de amigos de larga data. En esta entrega, José Luis recluta a un equipo de paparulos para que lo ayuden a robar el casino más grande de España. Porque en Operación Eurovegas no quiere pasar ni por cana ni por detective, la gran diferencia de la quinta es que el villano no es su némesis sino su jefe y cómplice. Torrente ahora es un “fuera de la ley”, como si alguna vez hubiera estado dentro. Y el malo es Alec Baldwin, compañeros, una muestra de lo lejos que ha llegado el gordo. El resultado es una Ocean’s Eleven tullida, renga y roñosa que no logra la perfección de las dos primeras entregas pero que no defrauda al ejército de subnormales malnacidos incondicionales del humor negro… como nosotros.