No hay futuro
Lo mejor de esta quinta entrega de Torrente está en la presentación, en donde la típica secuencia de apertura de película Bond deviene en colección de dardos al presente español, imaginando un escenario cuasi apocalíptico para el futuro muy cercano.
Estamos en el año 2018. Torrente finalmente sale de prisión, pero sólo para toparse con una multitud de desocupados que pretenden ser arrestados para conseguir techo y comida. España ha sido expulsada de la Unión Europea, Cataluña se ha independizado y, para colmo de males, están demoliendo el estadio Vicente Calderón, el de su amado Aleti.
Esto es demasiado para el demacrado José Luis, que ante el estado de las cosas decide abandonar el cumplimiento de la ley e iniciar una vida criminal. Y para eso no hay nada mejor que dar un golpe maestro robando un casino el mismo día en que se juega la final del Mundial de Rusia, entre Argentina y Cataluña.
Ese comienzo prometedor se va desdibujando a medida que avanza una trama que parodia La Gran Estafa y películas de ese estilo. Y las situaciones graciosas escasean. Lo que abunda son los recursos para darse todos los gustos, con buenas escenas de acción y la participación de un desaprovechado Alec Baldwin que se esfuerza por hablar en español. También abundan los cameos, que incluyen entre muchos otros a Ricardo Darín.
El resultado es tan desparejo como sus antecesoras, pero menos incorrecto y delirante. El felizmente irreponsable (y cada vez más numeroso) grupo de amigos que ha vuelto a reunir la productora de Segura, Amiguetes Entertainment, parece divertirse más con la realización que el público con el producto final.