NADIE PODRÁ JUZGARLO
Santiago Luis Segura es un madrileño nacido en 1965. Actor, guionista, director y productor de cine, es el famoso creador de José Luis Torrente, un policía machista, racista, ultranacionalista, fascista y fanático del Club Atlético de Madrid. Este bizarro personaje, interpretado por sí mismo, combate a la ley y destapa las inoperancias del sistema español y la corrupción castellana. La mezcla de bromas de pésimo gusto y lenguaje grosero parecen haber sido las claves de su éxito, que de hecho lo llevó a ganar dos premios Goya con la primera de sus películas.
Aunque no hace falta ser un conocedor de la saga para apreciar esta nueva entrega, es útil hacer un repaso por su historia. En el primer film, Torrente patrulla Madrid junto a su vecino Rafi, y en el segundo, persigue a un traficante de armas en Marbella. En la siguiente, protege a una diputada española bajo amenaza junto a su equipo, y en la cuarta, que se estrenó en formato 3D, Torrente es mandado a asesinar a un muchacho y termina en la cárcel. Para esta ocasión, el corrupto policía consigue su libertad y ahora quiere robar un enorme casino.
Es 2018 y Torrente sale de la cárcel. Como España se encuentra en crisis y él quiere despejar todas sus dudas, él decide que quiere seguir siendo un fuera de la ley para hacer de las suyas. Gracias a un contacto que hizo en su estancia en prisión, consigue localizar a John Marshall (Alec Baldwin), quien se había ocupado de supervisar la seguridad durante la creación del casino de Eurovegas. Este hombre cuenta con discapacidades motrices pero parece ser el indicado para planificar un gran golpe. Por esa razón, propone realizar el robo del siglo a este lugar, pero para ello necesita reclutar a una banda de especialistas. Torrente se encargará de ello.
La película se desenvuelve de la manera más obvia en términos de trama, comedia y acción. Todo sucede en el momento indicado y aparecen giros inesperados cuando pocos se los esperan. El humor es el más oscuro de los negros y todos los personajes son bizarros y asquerosos. Se burlan de los viejos, de personas con discapacidades mentales, se estereotipa al máximo al feito obrero y hasta tocar una teta o tirarse un pedo es gracioso. Si quisiéramos trazar un paralelo con Argentina, los papeles podrían parecerse a los de la saga “Los bañeros” o a los participantes del programa televisivo “Sin codificar“. Chorrea la grasa, pero todos son conscientes de ello. La triste actuación de Alec Baldwin, a quien le cuesta soltar una palabra en español, ayuda y mucho.
A quien no le gusta este tipo de humor seguramente la película le dará repugnancia, mientras que al que sepa reírse sin prejuicios la disfrutará, aunque tampoco la aplaudirá de pie. Segura siempre mantuvo la esencia de su personaje y aparentemente esa es la clave de su éxito, sino no hubiese llegado de ninguna manera a hacer esta quinta entrega. Prepárense porque probablemente sigan saliendo más. Por más corrupto que Torrente sea, él ya se ganó un lugar en la cultura española. De aquí en adelante, nadie podrá juzgarlo.