El futuro de la corrupción española.
Para los fanáticos de Santiago Segura y su despreciable (pero en algún punto, entrañable en su estupidez) personaje xenófobo, sucio, homofóbico, misógino, de extrema derecha, Torrente, su regreso es un bálsamo de risas y humor soez que desnuda las contradicciones del pensamiento neo fascista a partir de la burlesca y grotesca comedia española.
En esta oportunidad Torrente sale de la cárcel en el año 2018 para encontrar una España aún gobernada por el Partido Popular y su corrupto líder Mariano Rajoy, en crisis, expulsada de la comunidad europea, y que ha debido regresar contra su voluntad a la peseta. Asqueado por la decadencia de la nueva España, resentido de la independencia catalana y su éxito expresado en la llegada a la final del campeonato de Fútbol de la FIFA, y furioso por el traslado del estadio del Atlético de Madrid a otra locación y el derrumbe del mítico estadio Vicente Calderón, Torrente decide abandonar su rol de oficial de la ley y el orden para dedicarse a la delincuencia, situación que ya en el comienzo resulta hilarante, porque es un ex convicto expulsado de las fuerzas policiales por su incompetencia y su consistente corrupción, secundado por un par de lúmpenes.
La quinta parte de Torrente, escrita, dirigida y protagonizada nuevamente por Santiago Segura, recurre a al mismo tipo de humor de las cuatro versiones anteriores sin caer en un desgaste o en un abuso pero tampoco sin ofrecer variantes a una fórmula que funciona a la perfección en su objetivo de congregar a los fanáticos del humor grosero. De esta manera, Torrente 5 no logra superar a la primera versión del policía corrupto madrileño pero es una digna continuación como las tres que la sucedieron, con sus referencias siempre incorrectas.
Los personajes subnormales que lo acompañan, siempre tullidos o con algún grave problema mental, son los amigos que acompañan a Segura en toda la saga, siempre listos para reírse de ellos mismos y de sus barbaridades. Las apariciones secundarias de El Gran Wyoming, Imanol Arias, Joaquín Sabina y Ricardo Darín, y el protagonismo de un Alec Baldwin que no habla ni una palabra clara en español, refuerzan un convite hilarante que busca la situación absurda, la risa cómplice del desatino sinsentido y el ataque al pensamiento de derecha y sus contradicciones desde un humor irónico y a veces hasta corrosivo.