Simpática incorrección
Volvió José Luis Torrente, el policía al que Santiago Segura le viene prestando su creatividad desde hace años: todas las películas que Segura tiene como director, son las de Torrente. Desde 1998 a la fecha, dieciséis años, el actor, guionista y director regresa más o menos recurrentemente a este personaje con la seguridad -que viene ya desde su apellido- que cuenta con un público más o menos cautivo que lo espera para regodearse en su maratón de escatología, humor entre absurdo y pícaro, y su incorrección política. Se podría decir, como límite negativo, que ya nadie puede sentirse sorprendido u ofendido por lo que Segura viene a mostrar. Pero a la vez hay que reconocerle que la fórmula sigue siendo efectiva por ese don de la impronta y la habilidad para la guarrada que tiene el actor/director.
Lo que ocurre en Torrente 5: Operación Eurovegas sigue siendo más o menos irrelevante: en este caso Torrente sale de la cárcel y se encuentra con una España en la ruina, con gente que quiere que la metan presa porque evidentemente en prisión están más cómodos que afuera. Ante un panorama de apocalipsis y africanos que merodean por allí con camisetas del Real Madrid y la inscripción “Messi” en la espalda, es que nuestro personaje se rebela y decide ir por fuera de lo legal, si es que alguna vez lo hizo por dentro. Y ahí es donde surge la idea de robar un casino, a la usanza de los Ocean’s Eleven, pero “la buena, la de Frank Sinatra”, como dirá el oficial. Esto da pie a, tal vez, la mayor novedad de la película: la inclusión de Alec Baldwin como especialista en seguridad de casinos que desea vengarse de sus antiguos jefes. Y una presencia distendida del actor, hablando un castellano totalmente inentendible, situación que la película aprovecha positivamente, porque siempre estuvo presente en la saga esa recurrencia al idioma como una expresión compleja que, distorsionada, pone en crisis cierto status quo: la lengua de Torrente es un arma de doble filo.
Lo mejor de esta quinta entrega está en el prólogo y en el epílogo. Como siempre, Torrente es una especie de sátira de un momento particular en la vida de España, ese país/depósito de las penurias europeas. Anticipándose un poco en el tiempo, el 2018 que Operación Eurovegas muestra, exhibe una España saliendo del Euro, volviendo a la peseta, muerta de inflación y con Cataluña independizada, tan independizada que la final del Mundial es Argentina-Cataluña. Esto, que se ve en el comienzo, es lo que replica en el epílogo, con Torrente y los suyos haciendo pie en algún lugar de Sudamérica, matándose el hambre y recorriendo, con pena, el mismo camino que sus antepasados de posguerra, aunque con una soberbia de primer mundo aún mayor. Esos son los pasajes que justifican a Torrente 5, los que uno imagina que seducen a Segura para regresar a su personaje, como quien vuelve con alegría al lugar donde ha sido feliz. Lo que hay en el medio es una aplicación del universo Torrente a las películas de planes maestros y robos espectaculares, que no siempre es del todo feliz en su calcada estructura volcada a la tontería y ordinariez suprema.
Más allá de lo eficaz que resulta la película en líneas generales (superando incluso chistes que están más cerca del universo Bañeros que de la incomodidad de su pretendida incorrección política), lo que el personaje ha perdido con el tiempo es su capacidad para convertir en sátira el imaginario de la España más facciosa y conservadora, aquello que hizo de la primera un ícono en su estilo. Si se sostiene, básicamente, es porque Segura es alguien muy simpático, y porque es verdad que Torrente perdió las mañas pero no el pelo, y sigue siendo tan desagradable y sin dobleces como siempre.