Los remakes mueren varias veces
En un mundo en el que Guardianes de la galaxia (Guardians of the Galaxy) se encuentra en cartelera, no hay ningún buen motivo para ir a ver Tortugas Ninja (Teenage Mutant Ninja Turtles). Es peor que una película sin creatividad, gracia o encanto – es una película que intenta desesperadamente parecer creativa, graciosa y encantadora. Guardianes de la galaxia al menos goza de personajes entrañables y la frescura de su planteo. Tortugas Ninja ni siquiera tiene buen material.
He aquí un pensamiento osado: quizás no se puede tomar un fenómeno cultural popular y trasplantarlo a otro tiempo atravesado por otra cultura y lograr el mismo efecto. Quizás Robocop sólo tenía sentido en una época en la que había en Estados Unidos algo parecido a ciudades-estado criminales. Quizás el mundo políticamente correcto del siglo XXI no entiende ni necesita a RoboCop, o a tortugas mutantes adolescentes ninja que viven en las alcantarillas de Manhattan y luchan contra un séquito de karatecas llamado “El Clan del Pie”.
Ellos son Rafael (el rudo), Leonardo (no pincha ni corta), Donatello (el nerd) y Miguel Ángel (el chistoso). No esperen otra cosa de ellos. Ignorando sus motes, resultan aburridos e intercambiables. Miguel Ángel resulta particularmente insufrible con su predecible rutina cómica y el constante acoso sexual hacia la reportera Abril O’Neil (Megan Fox). Tiene exactamente un único chiste bueno en toda la película, luego de una espectacular persecución, y funciona porque es la única vez en la que no está guiñando a la cámara e intentando ser gracioso.
La historia tiene al personaje de Megan Fox de protagonista durante la primera mitad. Su predicamento debe ser un guiño irónico a su carrera: está cansada de que no la respeten como profesional y la sometan a trabajos humillantes al servicio del entretenimiento ligero. “¿Qué hay de malo en un poco de entretenimiento ligero?” le pregunta su camarógrafo (Will Arnett). “Eres un dulce y a todos les gustan los dulces”. Pero Fox está determinada en obtener reconocimiento profesional por su trabajo. No lo vas a encontrar en Tortugas Ninja, cariño.
Su trabajo investigativo la lleva a descubrir a las tortugas ninja. Su existencia ha logrado mantenerse en secreto por años, y Abril se convierte en su confidente. Lo que no se entiende es cómo al día siguiente las tortugas ninja luchan contra su archienemigo robótico bajo un diáfano cielo de mediodía en el corazón de Times Square y logran ser vistas por absolutamente cero personas. Esto lo confirma Abril al final de la película, contenta con mantener el secreto.
Ustedes vieron cuántos videos se grabaron durante los ataques de 9/11. Me van a decir que de los 1,6 millones de neoyorquinos que viven en Manhattan, ¿no hubo uno solo que pausara el Candy Crush para sacarle una foto a estos ostensibles engendros de la naturaleza? Ni Cloverfield era tan elusivo. ¿Realmente nadie vio a las tortugas antropomórficas de dos metros? Patrañas, digo. Es el momento más idiota de toda la película, y tiene varios momentos idiotas.
En fin. Las tortugas se relacionan con su pasado, el de su padre y el villano de la película de una forma tan improbable que parece forzada hasta para un cómic. Hay algo parecido en la nueva saga de Spider-Man, en las que los orígenes del superhéroe, la muerte de sus padres, la creación del villano y una maligna conspiración corporativa se relacionan en un intrincado enigma que las películas se toman grandes molestias en explicar y cubrir desde todo ángulo posible, a pesar de que a nadie le importa.
¿Qué hay de bueno entre todo esto? Las secuencias de acción son intensas y están bien coreografiadas, aun considerando que nuestros héroes son completamente digitales (por no decir grotescos). Una persecución cuesta abajo por una montaña nevada es el cénit de la película. Whoopi Goldberg tiene un cameo inexplicable pero bienvenido. Y eso es todo. Ya se sabe que hay secuela, cabe esperar que sea una de las buenas.