Mucho ruido y poca alma
En 1984 Kevin Eastman y Peter Laird lanzaron por la editorial Mirage un pequeño cómic en blanco y negro titulado "Eastman and Laird's Teenage Mutant Ninja Turtles". La idea de los artistas fue hacer una parodia de cuatro de los cómics más populares de principios de los años ochenta: Daredevil, Los Nuevos Mutantes, Cerebus y Ronin. Lo que no sabían es que la tirada de 3000 copias se iba a agotar y se iba a convertir en un éxito tremendo.
Los quelonios eran hermanos, mutantes, adolescentes y sabían artes marciales. Sus nombres hacían honor a famosos artistas del Renacimiento italiano: Leonardo (da Vinci), Raphael (Raffaello Sanzio), Michelangelo (Buonarroti) y Donatello (Donato di Niccolò di Betto Bardi). Incluso su maestro llevaba el apodo del pintor Giovanni di Ser Giovanni, "Scheggia", o "Splinter". Con los años hubo varios cómics, cuatro series animadas, una versión animé japonesa, videojuegos, juegos de rol, líneas de juguetes, e incluso fueron tan populares que inspiraron el nombre de una tortuga prehistórica.
De la mano de Michael Bay, aquí como productor, llega este quinto filme que da reinicio, de una manera bastante pobre, a la saga.
La periodista April O'Neil (Megan Fox) está cansada de hacer notas ridículas para el Canal 6 de Nueva York en donde trabaja. Su meta es conseguir una gran historia para que la tomen en serio. Para ello está interesada en investigar al Clan del Pie, una misteriosa organización criminal que está aterrorizando la ciudad. Una noche presencia un robo y ve cómo son detenidos por una extraña figura. Intenta convencer a su jefa (Whoopi Goldberg) sobre su hallazgo pero esta no le cree absolutamente nada. Se tropieza nuevamente con un atentado del Clan en el metro y es testigo nuevamente de cómo evitan el hecho no uno, sino varios personajes. Logra seguirlos y descubre que son cuatro tortugas genéticamente alteradas que pueden hablar y, además, hacer artes marciales. Sin quererlo, April y las tortugas parlantes deberán evitar que un malvado villano llamado Shredder se apodere de la Gran Manzana.
Nadie puede negar que el sudafricano Jonathan Liebesman, conocido por "La Masacre de Texas: El Inicio" o "Invasión del mundo - Batalla: Los Ángeles", tiene las armas necesarias para una película de este calibre: efectos especiales, peleas grandilocuentes, persecuciones adrenalínicas, chistes baratos y explosiones a granel. Y esos son los problemas de este filme, una batería de estímulos visuales y auditivos para apabullar al espectador y evitar que piense en la calidad de lo que está viendo. Tortugas Ninja es una película, por decirlo de alguna manera, sin alma. No ofrece nada, no tiene contenido y hasta llega a ser insultante para la inteligencia del que la ve. Es todo muy liviano, superficial y falto de interés dramático. Sí, los niños -muy, muy, pero muy chicos- la podrán pasar genial, pero para los adultos nada amerita ir a verla. Michael Bay sigue destruyendo los clásicos infantiles que tuvimos los que crecimos en los ochenta. Ojalá alguien pueda detener su sacrilegio.