Doble programa de buenos documentales
Doble programa de estreno: "Al fin del mundo" y "Totem", documentales de una hora y pico cada uno, y de la misma autora, Franca González. Cada uno luce preciosa fotografía, está hecho en una isla del extremo del continente (Tierra del Fuego, Vancouver), muestra a sus respectivos habitantes en labores cotidianas vinculadas con la madera, incorpora lenguas nativas (guaraní de Corrientes, kwakiutl de la Columbia Británica), y adhiere al "documental de observación", una escuela que deliberadamente priva de información al espectador. A veces, ver una obra de esas es como pararse en un lugar desconocido sin que le expliquen ni confirmen nada de lo que está viendo. Por suerte González matiza un poco dichas pautas.
Así, dentro de su estilo, "Totem" es bastante informativo. Pero hay una historia previa. Para el Sesquicentenario de la Revolución de Mayo, 1960, Canadá nos regaló un auténtico totem de 22 metros de cedro rojo, tallado por indígenas. Burócratas locales tardaron en disponer del lugar adecuado, y el regalo pudo instalarse recién en 1964. Durante años lo vimos en la Plaza Canadá, de Retiro. Acá lo vemos lozano en fotos de 1978 y años posteriores. Lo sacaron en 2011 por falta de mantenimiento. El gobierno porteño pidió un reemplazo, y el encargado de hacerlo fue el hijo del primer tallador. "El trabajo más importante de mi vida", dice con voz grave, calma y orgullosa en su taller muy bien instalado.
Interesante, ver algunos detalles de la tarea, las amplias casas de los isleños, la preparación del salmón dorado en "cruz" de madera, viejos fragmentos documentales, la conservación de la lengua y las creencias pese a una larga etapa de prohibiciones, la coexistencia de totems, lápidas y cruces en una leve colina, el esfuerzo de empleados locales para colocar esa mole de 4 toneladas en el lugar que corresponde y que pocos miran.
"Al fin del mundo" propone algo distinto. Acá vemos cómo se banca el invierno la gente de Tolhuin, con viento fuerte de veras, nieve por donde quiera se mire y se hunda bajo las botas, pocas horas de luz, gente que saca bloques de hielo cortando con motosierra la capa congelada del agua, y que para otras tareas se las arregla en instalaciones precarias, obreros madereros trabajando a la intemperie sin quejarse ni perder la buena predisposición, niños que se deslizan en gomón, en vez de trineo, mujeres que manejan camiones o van al colegio nocturno, y hasta un entusiasta que propone hacer carnavales de invierno, sin amedrentarse por el frío reinante ni la baja convocatoria. Por lo menos van cuatro locos, varios niños con sus madres y perros, y hasta dos o tres lanzallamas.
El paisaje es amplio, imponente (se lo aprecia muy bien en una sala calefaccionada), y el final es decididamente agradable, a puro e inesperado chamamé. Los Lengueros, se llama el dúo de intérpretes, en referencia a los árboles de lenga predominante en la zona. Son inmigrantes "venidos y quedados", como se dice. Sus hijos serán "nacidos y criados", otra categoría de poblador, para la cual hay que tener la piel curtida desde chicos. El trabajo anterior de Franca González era "Liniers, el trazo simple de las cosas", retrato del dibujante durante su estadía en un invierno canadiense. A esta mujer no le tiembla el pulso.