El mundo es un escenario
Las luces de neón de los títulos anuncian que Tournée es una película deslumbrante: el encuentro singular y fértil entre un autor francés que sacude todos los cánones y unos cuerpos americanos fuera de toda norma. Un ex productor de televisión vuelve de Estados Unidos con una troupe de chicas extravagantes, de encantos copiosos y vitalidad explosiva, que forman parte del New Burlesque: un espectáculo concebido por mujeres y destinado a mujeres, una toma de poder sobre el propio cuerpo liberado de preceptos sociales como la delgadez, la suavidad y la gracia. Los hombres no están prohibidos debajo ni sobre el escenario, pero su mirada no es fundamental. Estas mujeres, que expresan su personalidad sin inhibición, poseen una picardía y un sentido del humor devastadores que hacen de cada gira una fiesta permanente, incluso en los momentos de desencanto. La cámara las sigue por los pasillos, sobre el escenario, en los trenes y en los hoteles que marcan su curso, siguiendo los pasos de Joachim Zand, el productor impar, entre patético y sublime, personificado por el propio Amalric.
Zand es un personaje acorralado, embarcado en una constante fuga, que improvisa su vida con la melancolía de los soñadores. Una de las grandes obsesiones que caracteriza a este dispendioso organizador de placeres consiste en hacer apagar la música funcional de los hoteles. Es un aventurero seductor, pero también un mentiroso y tal vez un estafador que cuando siente que la situación se le va de las manos, desafía a las chicas con un discurso que se desliza entre algún truco obvio y la sinceridad más frontal, y aprovecha cualquier distracción para escabullirse. Pronto comprendemos que la reconquista de su tierra natal será tan problemática como las oscuras razones oscuras que le hicieron abandonarla.
Carrusel encantado. Tournée se eleva en el aire con una ligereza inaudita, siguiendo sus múltiples líneas narrativas y nudos temáticos sin perder profundidad. Las performances ejecutadas en tiempo real ante un público espontáneo otorgan a la realización una urgencia estimulante. Amalric describe el desfile de carnes abigarradas entre rayos de luz humeantes con una agudeza documental, utilizando para la ficción a los artistas en su propio rol y poniendo atención a cada detalle. La película encuentra su tono singular y su emotiva sustancia en la energía unida a la ternura, en el juego recurrente entre lo claro y lo difuso, entre el primer plano y el fondo, que transforma luces y colores en una suave magia intermitente.