La vida es un cabaret
No vi las otras películas de Mathieu Amalric, pero sin dudas que Tournée -su cuarto film- es una excelente forma de comenzar a apreciar su filmografía. El actor y director francés interpreta aquí a un productor de la televisión gala que, en la mala, conduce un grupo de mujeres norteamericanas voluptuosas, en un show de desnudistas que está de gira por varias ciudades costeras francesas. Lo que importa aquí es lo fundamental del cine: el personaje y el contexto. Amalric teje a su productor de un poco de patetismo, otro poco de indulgencia y un cacho así de grande de ternura. Tournée no es otra cosa que el intento de un tipo en desgracia por recuperar el territorio como laburante, como padre, como hombre. Y el film cruza todo esto con humor, con algo de dramatismo, con absurdo, con desborde, con imaginación.
Tournée no habla de reglas sociales. Pero sí que plantea una serie de rompimientos contra algunas de las reglas del cine: su presencia se hace notar ante tanta formalidad fría y distante, ante tanto drama desbordado, ante tanta vida miserable filmada con buena fotografía. Amalric contrapone un relato en el que sí se congregan casi todos los dramas existentes, pero con un nivel de liviandad absoluto. Eso no quiere decir que no haya sufrimiento ni haya llanto en el film, pero el director juega a dejarse llevar y, cuando no puede, las chicas del New Burlesque lo sacan del bache.
El actor-director se pone al frente, con uno de esos personajes que absorben el interés del que mira. Pero, honestamente, cede el espacio cuando así lo considera a esta troupe de mujeres descastadas, malhabladas, fuera de la forma habitual de lo que se considera sexy y ellas asaltan la pantalla con gran voracidad. Esta troupe existe en la realidad y su show, que se basa en el desnudismo y en los números de varieté cabaretero, tiene un alto grado de sátira política: por allí anda alguna vestida con la bandera yanqui y tragando “literalmente” un buen fajo de dólares. Lo que hacen estas mujeres es, súbitamente, burlarse del mundo, mostrar su lado perverso, pero con diversión insana, desenfrenada. Y Amalric, reiteramos su humildad, les da el protagonismo. Tournée es por momentos documental, y por otros, en su gran mayoría, una ficción sobre un hombre en la mala que busca recuperar el camino perdido. Y ese hombre es el productor que arma el show de estas chicas.
Lo político está bien presente en el film: Amalric es un francés produciendo un show de artistas norteamericanas en gira por Francia. Hay constantes alusiones a esta condición dual del productor, quien vive esto como una posibilidad de recuperar terreno ante los suyos. Las cosas aquí son más profundas que una cuestión de nacionalidad. Pero el film, en sus constantes devaneos entre comedia, drama, tragedia, road-movie desnudista, se preocupa por el movimiento, el ritmo, el salto que impide el achatamiento. Tournée es como estas chicas: voluptuosa en sus formas, algo desaforada en su andar y totalmente amable y simpática si uno se anima a tomarse una copa con una de ellas. No por nada, del grupo de mujeres, se queda con la inflamable y tatuada Miranda Colclasure. Se ha señalado algo de Cassavetes por la forma en que Amalric aborda el drama, con una cámara cercana, también un poco de Almodóvar por el universo femenino representado. Sin dudas Amalric ha aprendido de Desplechin, sobre todo por esos saltos desconcertantes que el film va dando: y me quedo con la escena del casamiento, con la trifulca entre asiáticos.
Tournée es una de esas películas que le dan vida positiva al cine, que lo airean y le quitan el gesto sentencioso que saben tener algunas veces: es un film gritón, exagerado, desmedido, concentrado.