Se habla mucho de la capacidad predictiva del cine. Muchas de las que son planteadas como distopías en la ficción terminan transformándose en realidad en la vida cotidiana. Es lo que de algún modo ocurre con esta película argentina en la que abundan barbijos, alcohol en gel y gente al borde de un ataque de nervios por una inesperada pandemia de insomnio. No hay sospecha de oportunismo: el guión empezó a escribirse en 2008 y quedó terminado en 2016.
Los protagonistas de esta historia exótica y contada con un tono que combina intermitente ironía y gravedad son Augusto (Agustín Rittano) y Laura (Jazmín Stuart), una pareja que decide escapar del caos urbano en un motorhome bien equipado pero en el que, por razones de espacio, es casi imposible evitar la sensación de encierro.
A medida que avanza la trama, los efectos de la crisis exterior (entre ellos un fuerte clima represivo de las fuerzas de seguridad estatales) van cediendo lugar al drama íntimo: las dificultades de una relación tumultuosa cuya tensión aumenta por la presión de un entorno tan desordenado.
Rittano y Stuart lucen eficaces en situaciones bien distintas, actúan con soltura en los momentos más dramáticos y también en los que están cerca de la comedia. Son un buen soporte para una narración zigzagueante cuyo espíritu remite al de las tragicomedias surrealistas del sueco Roy Andersson.