El regreso de Woody y Buzz Lightyear
En Toy Story 3, los juguetes de siempre, ahora acompañados por Barbie y Ken, deben luchar contra el engañoso y despótico oso Lotso
Toy Story (1995) y Toy Story 2 (1999) fueron las películas que presentaron en sociedad la enorme categoría creativa de Pixar y significaron una revolución en términos de animación digital. Más allá del gran éxito comercial (el cowboy Woody y el guardián espacial Buzz Lightyear se convirtieron en personajes insoslayables del imaginario popular), ese díptico se convirtió en un clásico del cine de los años 90.
Más de una década después -y luego de haber concebido otras joyas como Monsters Inc., Los Increíbles, Ratatouille o WALL-E- , Pixar se animó a retomar aquella saga sobre los queribles juguetes del niño Andy. La apuesta parecía segura en términos monetarios (quién no querría reencontrarse con estos personajes, encima ahora con todo el despliegue tecnológico y el plus de las salas digitales 3D), pero también conllevaba el riesgo de frustrar a un público cada vez más exigente y menos dispuesto a admitir productos "en serie" que alimentan franquicias y fórmulas demasiado trajinadas. En este sentido, puede sostenerse con toda convicción que Toy Story 3 es un nuevo triunfo artístico del equipo liderado por John Lasseter, hoy mandamás de la animación de todo el grupo Disney.
Esta tercera entrega transcurre en la actualidad y, por lo tanto, Andy ya no es un niño de 6 años sino un adolescente de 18 que está a pocas horas de abandonar la casa familiar y trasladarse a la universidad. El joven debe vaciar su habitación y el dilema pasa entonces por dónde ubicar sus viejos juguetes. Si bien decide llevarse a Woody al college y dejar al resto en el ático, finalmente todos terminarán en una guardería liderada por un oso cariñoso llamado Lotso y llena de ávidos niños. Lo que en principio aparece como un destino ideal para ellos se convertirá pronto en una prisión, un infierno en el que el aparentemente dulce y encantador Lotso se transformará en despótico dictador.
Los múltiples personajes de los dos primeros capítulos quedan reducidos aquí a una docena, aunque ahora se agregan otros y hasta tienen una participación importante (y bastante justificada en términos dramáticos) la mismísima Barbie y su compañero Ken. Los encargados de comercializar el merchandising, por supuesto, estarán de parabienes con semejante inclusión.
Más allá de algunas escenas de persecuciones que alargan un poco la narración promediando el relato, el trabajo de Lee Unkrich (codirector de Toy Story 2, Monsters Inc. y Buscando a Nemo ) es impecable; la película tiene ritmo, belleza, sensibilidad, humor (físico y en sus diálogos), intensidad, emoción y hasta elementos propios de los más diversos géneros, desde el western hasta el cine de terror.
Como siempre, los creadores de Pixar utilizan la tecnología (y los efectos 3D) de manera sutil, funcional, sin estridencias. Para ellos, se sabe, lo esencial es siempre contar una buena historia para todos los públicos. Y en este esperado regreso de Buzz y Woody a la gran pantalla lo han conseguido una vez más.