En 1995 se estrenó “Toy Story”, el primer largometraje de animación totalmente computarizado de la historia del cine, con recursos gráficos tridimensionales. Producto de Pixar, empresa del Silicon Valley, fue dirigido por John Lasseter su verdadero creador. Cuatro años después llegó la inevitable secuela, “Toy Story 2”, manteniendo buena parte de los méritos de su antecesora.
Después aparecieron otros productos de Pixar, entre los cuales uno dirigido nuevamente por Lasseter en 2006 (“Cars”). Cuando el ciclo de dibujos sobre los juguetes que tienen vida propia parecía cerrado, irrumpe once años después “Toy Story 3”, con un nivel de calidad que denota los notables avances tecnológicos de la animación totalmente digital.
Si uno quisiera buscar una razón por la cual tras tanto tiempo reaparece esta serie, la respuesta más probable debería encontrarse en el renacer de los films 3D, que en los últimos años vienen proliferando en forma geométrica. Este tipo de películas tuvo un breve auge en la década del ’50 con unos pocos títulos, entre los cuales cabe recordar algunos productos de clase B como “Museo de cera”, “La carga fatal” y “El fantasma de la Rue Morgue”. La moda pronto se extinguió y muy de tanto en tanto reaparecieron otras películas en 3D.
“Toy Story 3” se puede ver en Argentina en cuatro variantes como producto de la existencia de una versión original subtitulada y otra hablada en castellano y además con o sin 3D. Este cronista la vio sin este último artificio aunque estima que es poco lo que se pierde por no usar los anteojos, especialmente provistos en ciertas salas. En cambio, prefirió verla en inglés ya que las voces originales tienen una frescura que probablemente se pierda en la versión doblada, que sin embargo puede justificarse para los espectadores más pequeños.
En “Toy Story”, la original, el niño Andy tenía apenas unos seis años y su juguete preferido era Woody, especie de sheriff de trapo cuya voz era y sigue siendo la de Tom Hanks. A Woody le aparecía un rival, Buzz Lightyear (voz de Tim Allen), un astronauta que sin embargo terminaba por ser compinche del vaquero. Aquí Buzz sufrirá más de un cambio por sucesivos “reseteados”, en uno de los cuales lo veremos hablando el español de la Madre Patria. Varios otros juguetes se repiten desde el inicio de la serie, entre los cuales un simpático chanchito alcancía de sugestivo nombre (Hamm), un dinosaurio conflictuado (Rex con voz del frecuente actor de Woody Allen, Wallace Shawn), un perro salchicha y elástico, el tierno Slinky Dog y Mr. Potato Head (voz de Don Rickles).
En esta oportunidad los creadores de Pixar han agregado algunos personajes más destacándose un oso de peluche de nombre Lotso (voz de Ned Beatty), que esconde, tras su inocente rostro, un perverso personaje. También reaparece la muñeca Barbie, ahora acompañada de Ken, notable composición en la voz de Michael Keaton, que protagoniza uno de los momentos más cómicos de la película en un vestidor. Otros muñecos adquieren mayor relieve como la “cowgirl” Jezzie, a la que le presta su voz Joan Cusack. Incluso hay un personaje que resulta ser un teléfono de juguete, cuya participación tiene lugar en uno de los tantos momentos dramáticos de la historia.
Al tener Andy edad suficiente para irse a vivir sólo y estudiar en una universidad, los muñecos se ven de golpe obligados a mudarse a una guardería de engañoso nombre (Sunnyside). Cuando a la mañana siguiente el lugar sea virtualmente invadido por un grupo de niños excitados, se verá a los muñecos volando por el aire y en particular al dinosaurio Rex y al matrimonio Cabeza de Papa, buscando partes de su cuerpo. Lo notable de esta propuesta es el ritmo ensordecedor que logra gracias a la tecnología digital de avanzada, de la que hace alarde este film.
La historia no da respiro y hacia el final entra en momentos dramáticos, que pueden angustiar a los más pequeños. Pero por suerte y como era de esperar en este tipo de producto el final será feliz y al mismo tiempo satisfactorio, sin caer en golpes bajos.
Lo que si quedará en la retina de grandes y chicos es la añoranza y el cariño, según el caso, por los juguetes. Se podría decir que estos muñecos tienen vida y son capaces de ser tan expresivos como verdaderos actores de carne y hueso. Para muestra basta el ejemplo del oso Lotso, que parece parodiar a gangsters famosos, vistos hace más de cincuenta años en la pantalla grande. En otro extremo ubiquemos al chanchito Hamm, quien hacia el final se imagina interpretando a un famoso personaje de nombre “Hammlet”!