Obra maestra
Pasó bastante tiempo desde la primera Toy Story y un poco menos de la segunda parte, pero los años cuentan igual, en tanto la primera parte de la saga estaba destinada a los niños, luego para los preadolescentes y ahora llega el turno de los adultos.
Sin embargo no pasó el mismo tiempo para Andy, el dueño de Woody, Buzz y el resto de la pandilla de juguetes, pero igual el paso del tiempo cuenta: hoy el niño de la primera y segunda está a punto de terminar la secundaria y decide (por sugerencia de mamá) guardar a sus muñecos en el desván, y de ahí a ser donados hay un paso. Al lugar donde llegarán es a una guardería pública donde la diversión de los niños de hoy tiene más que ver con revolear las cosas que con jugar. Woody el único supuesto beneficiado por ser el muñeco favorito, y será quien vaya en busca de sus amigos en una suerte de Gran escape.
Lo cierto es que aunque a priori podría parecer una empresa imposible, Pixar consigue nuevamente lograr una gran película. Tres películas en el pico de creatividad, un todo de pleno cine con animación digital, un 3D brillante de plena aplicación –lejos de los engaños habituales para vender entradas- confirman al estudio como el más creativo, el más imaginativo y el más entrañable de todos los que tallan en la animación.
Toy Story 3 demuestra ser capaz de divertir, de enternecer y de rescatar para el espectador el placer del juego, el placer esta ahí, en la pantalla, en la totalidad de los 102 minutos de la película.
Ninguna traición, ninguna sobredosis de chistes forzados o perecederos; las referencias son tan clásicas que funcionan hoy, mañana y sin ninguna duda pasado también. Y es que aquí hay corazón, inteligencia y alma.
Para quienes pudieron disfrutar vía dvd de las dos primeras el sabor será mayor, para los demás solo cabe esperar un continuado de los tres films de manera urgente para conseguir la mejor de las tardes, las noches o los días. Por el placer de una obra maestra.