La primera fue un éxito descomunal hace 15 años, y la carta de presentación de Pixar en el rubro animación. La segunda estuvo casi a su altura, aunque dividió opiniones. Este tercer capítulo de la saga (que se supone final), tomó cuatro años de trabajo, y contó con 400 artistas y técnicos. Es la primera de las tres que llega a las pantallas en 3D. Ya al final de la segunda se veía que Andy iba a crecer y los juguetes tendrían pronto otro destino. Ahora, el muchacho ingresa a la universidad y será la hora de la verdad para los muñecos entrañables. Antes de partir, el chico –ya de 18 años–, deberá limpiar ese cuarto que quedará para su hermana Molly, y ver si regala sus monigotes queridos, los dona a una guardería, o se los guarda.
Andy se quedará con Woody y mandará los demás al desván. Pero su mamá cree que la bolsa está llena de basura y la saca a la calle. Woody será el encargado de rescatarla, pero las cosas se complican de manera endiablada. La banda compuesta por Buzz, Jessie, Barbie, la pareja Cabeza de Papa, el dinosaurio Rex, el cerdito Hammy y el perro Slinky, es salvada, pero acaba en una guardería. Los juguetes líderes del lugar, como el oso Lotso, van a traerles algunas dificultades a los recién llegados, que se sienten como sapo de otro pozo. Habrá que pagar derecho de piso en el nuevo domicilio. La película luce un costado algo más oscuro y tenebroso que las anteriores, pero la calidad es inobjetable. Los chicos volverán a encontrarse con los personajes que extrañaban y sabrán que nada está definitivamente perdido.