Aunque la tercera entrega ya había regalado un final perfecto y luego el estudio Pixar sufrió un cimbronazo interno con la partida (en medio de fuertes acusaciones en su contra) del patriarca John Lasseter, esta cuarta parte de una de las sagas más populares y entrañables del cine de animación no defrauda en absoluto, ya que funciona a la perfección tanto en el terreno de la comedia física y de enredos como en el aspecto emocional, con -ahora sí- un cierre que parece ser la despedida definitiva (en Hollywood nunca digan nunca) de una franquicia iniciada allá por 1995. Preparen los pañuelos.
Las primeras tres entregas de Toy Story fueron (casi) perfectas en su combinación de humor, emoción, creatividad artística y hallazgos (proezas) en el campo de la animación. Además, TS3 había entregado un desenlace impecable, conmovedor, con Andy -justo antes de partir hacia la universidad- legándole sus juguetes favoritos a la pequeña Bonnie. Eso, sumado al estigma que pesa sobre las cuartas entregas de las sagas (una suerte de maleficio que ha arruinado a más de una franquicia), hacía pensar lo peor para el caso de TS4.
Tranquilos: aunque quizás esté un punto por debajo de las excelentes TS, TS2 y TS3, esta cuarta parte funciona muy bien en el terreno emocional, es una brillante comedia, introduce a muy simpáticos personajes y, ahora sí, entrega un cierre ¿definitivo? a la medida de semejante saga que combinó excelencia artística con una llegada popular que cautivó a varias generaciones (puede darse el caso de que aquellos que siendo niños fueron al cine a ver TS en 1995 ahora terminen llevando a sus propios hijos a disfrutar de TS4). Una historia que nos viene acompañando (¡y cómo!) desde hace casi un cuarto de siglo.
Pero dejemos por el momento de lado el exceso sentimental y vayamos a lo que propone TS4. La historia transcurre 9 años atrás, justo donde había dejado TS3. Tras una brillante escena inicial con un impresionante diluvio de fondo (¿se acuerdan lo difícil que era animar el agua hace no tantos años?), nos reencontramos con una Bonnie que debe enfrenta su primer día de clases en el jardín de infantes en medio de un ataque de angustia. Será entonces el servicial y siempre atento cowboy Woody quien se meta en su mochila para ayudarla ante cualquier contratiempo. Y las dificultades se desatan desde el momento en que la pequeña crea con sus manos a Forky, un cuchador (mezcla de cuchara y tenedor) de plástico descartable con dos ojitos irregulares que amenazan con caerse, brazos de lana y patas hechas con maderitas. Forky (la voz de Tony Hale), por supuesto, tendrá vida propia, pero está convencido de que su destino inevitable es el tacho de basura. Así, el pobre Woody no tendrá más que rescatarlo a cada instante de entre los desechos. Y Forky -un personaje tan sencillo en lo visual como hilarante en su construcción y evolución dentro de la trama de la película- es la principal incorporación dentro de una propuesta que incluirá también a dos muy divertidos muñecos de felpa como los desatados Bunny y Ducky (Jordan Peele y Keegan-Michael Key); Gabby Gabby (Christina Hendricks), una muñeca antigua en busca de un/a niño/niña que la quiera; y el también simpático Duke Caboom, un (no tan) intrépido motociclista bigotudo de origen canadiense interpretado por Keanu Reeves.
TS4 -excelente carta de presentación para el director debutante Josh Cooler- tiene más y mejores momentos de comedia física, de enredos, persecuciones y rescates (en un viaje en casa rodante, en un anticuario, en un parque de diversiones) que las tres entregas anteriores, aunque por momentos la intensidad y el vértigo constante puede extenuar un poco. De todas maneras, nunca escasean el ingenio, las sorpresas y esos momentos clave en los que el film va definiendo los actos de solidaridad, los ritos de pasaje, los cambios de paradigma, las definiciones de los personajes y las despedidas para ya buscar nuevos rumbos.
Las picos emotivos llegarán inevitablemente sobre el final, aunque la verdad es que con TS uno puede conmoverse cuando se escucha Yo soy tu amigo fiel u otro tema de Randy Newman; cuando el Woody de Tom Hanks abraza al Buzz Lightyear de Tim Allen o cuando mira con sus ojitos tiernos llenos de amor a la Bo Peep de Annie Potts. La mayor o menor carga íntima que TS4 puede generar dependerá, como siempre, de la sensibilidad de cada espectador. Lo que no puede negarse es que esta última entrega está concebida con la misma excelencia artística (la animación en pantalla ancha es extraordinaria en cada una de las escenas, plagadas de detalles, capas, matices y sutilezas) y la misma nobleza de espíritu que las anteriores. “Es tiempo para el siguiente chico”, dice Bo, con su cuerpito de porcelana, al comienzo del film. Es tiempo para la siguiente saga infantil (familiar), podríamos agregar nosotros tras alejarnos de la proyección de TS4. Se trata, en definitiva, de una despedida a lo grande, a la medida de una saga que ya forma parte de la mejor historia del cine.