Toy Story 4 ofrece un epílogo decente de esta clásica franquicia que funciona también como el partido homenaje de los personajes que impulsaron al estudio Pixar en la industria de la animación.
Una película que además tiene el enorme mérito de ser la ópera prima de un realizador que enfrentó un desafío muy complicado del que logró salir bien parado.
Josh Cooley es un artista que hizo su carrera en el estudio como diseñador de storyboards hasta que un día le delegaron un proyecto que era un fierro caliente en sus manos.
Dirigir la cuarta entrega de Toy Story.
Una película innecesaria que el público no demandaba porque la historia ya había tenido una conclusión perfecta en el 2010.
A la presión que representa el debut en la dirección para una compañía como Pixar, en este caso se sumó el hecho que si las cosas salían mal Cooley quedaría en el recuerdo como el artista que arruinó la saga de los juguetes.
Por ese motivo me parece que es importante tener esta cuestión presente a la hora de reseñar el film.
El director hizo un trabajo estupendo con la ejecución de esta propuesta que le hace justicia a los personajes y se encuentra a la altura de las buenas producciones de la compañía.
En el pasado Pixar decepcionó con continuaciones olvidables como las de Monsters Inc, Buscando a Nemo y los bodrios de Cars, mientras que Toy Story 4 al menos mantiene el nivel de calidad y entretenimiento que el público asocia con esta serie.
La trama se anima a explorar de un modo más explícito la existencia miserable y deprimente de los juguetes vivientes que entregan sus vidas al servicio de los niños para luego ser desechados cuando sus dueños crecen y abandonan la infancia.
Para los espectadores adultos la crisis existencial que sufre Buddy, sumado al estrés post traumático que le generó la separación con Andy, es un gancho muy atractivo por el modo en que el protagonista termina por cuestionar toda su filosofía de vida.
Un concepto que luego termina diluido por el conflicto central de aventuras donde se evidencia el desgaste inevitable que acarrea la franquicia.
El film tiene numerosas situaciones redundantes que ya vimos en entregas previas y que los ochos guionistas que pasaron por este proyecto no lograron evadir.
No obstante, el director Cooley logra atenuar las debilidades del argumento con un gran tratamiento de los personajes secundarios nuevos que son muy efectivos.
Sin bien ninguna de estas adiciones podrían sostener una película sin el apoyo de los clásicos, como Buddy y Buzz Lightyear, a lo largo del relato tienen sus momentos destacados.
Con respecto al empoderamiento femenino de la muñeca de porcelana Bo Peep, quien ahora cobró mayor protagonismo, su nuevo perfil resulta algo forzado y no se siente genuino.
Una figura que fue completamente marginada en toda la saga y de la nada la convirtieron en Furiosa de Mad Max por el simple hecho que es algo correcto de hacer en estos días.
En lo referido a los aspectos más técnicos, la película sobresale especialmente con el trabajo realizado en la iluminación de todas las escenas que transcurren en un negocio de antigüedades y el fotorrealismo de los escenarios que logra ser impresionante.
¿Es la obra maestra de Pixar y la mejor película de animación que se estrenó en el último tiempo?
Ni de casualidad.
La mejor producción del género que pasó este año por la cartelera sigue siendo, por su complejidad argumental y narrativa, Spiderman: Un nuevo universo y hasta me quedo con la conclusión de Cómo entrenar a tu dragón.
Dentro de la saga Toy Story la ubicaría por debajo de la trilogía original, pero no deja ser una adición entretenida para disfrutar por última vez a estos personajes emblemáticos que dieron todo lo que tenían.
El espectáculo que ofrece tiene elementos atractivos tantos para los chicos como para los adultos y es una alternativa que se disfruta mucho en el cine.
En Pixar aseguraron que no habrá más continuaciones y en adelante se enfocarán en producir únicamente historias originales.
Ojalá así suceda.
Con la lamentable pobreza creativa que atraviesan los estudios Disney en estos días queda en ellos la responsabilidad de mantener vivo el verdadero legado del viejo Walt