Quizás innecesaria pero no menos emocionante. Toy Story 4 encuentra frescura en nuevos personajes, aunque deje de lado a otros históricos. Una caricia al alma de los fanáticos y un cierre a las historias más que el de una franquicia que ya tenía su último y perfecto capítulo final y que ahora será, posiblemente, exprimido en nuevos formatos.
La saga de Toy Story bien puede considerarse como la piedra angular sobre la que Pixar, y luego la fusión con Disney, ha forjado su imperio impenetrable de películas animadas. En 1995 bajo el control total de John Lasseter llegaba la primera aventura de Woody y Buzz, arribando para revolucionar el concepto de las películas animadas y de los estudios de animación. La historia del vaquero y el guardián espacial que primero confrontan y luego se hacen amigos para lograr el bienestar de su dueño, Andy, pegó desde un primer momento en la cultura popular y gracias a sus hilarantes gags y personajes logró establecerse por muchos años y para mucha gente, como la mejor película animada de todos los tiempos. Tal fue el furor que logró que tan sólo cuatro años después (1999) llegaría su secuela, ampliando el mundo de estos juguetes y el repertorio de sus protagonistas. Entre buenas críticas de la prensa y una aceptación medida del público, todo parecía indicar que las aventuras de los juguetes habían terminado antes de empezar el nuevo milenio, pero el estudio tenía un As bajo la manga y así, 15 años después de la película original, llegaría la tercera entrega de la saga. En ella la revolución tecnológica se vio plasmada desde el momento inicial con una definición del 3D mucho más desarrollado y pulido, por razones obvias que en sus predecesoras. Obviamente como en su momento se planteaba que sería el final de la franquicia, la expectativas planteaban un desenlace desolador, triste y con una dosis de sentimentalismo pocas veces visto. Metafórica y literalmente, los juguetes de Adny también se despedían de los millones de grandes y chicos a quienes habían acompañado durante más de una década y teniendo el final “perfecto”.
Pero como la industria todo lo puede… todavía quedaba más hilo en el carretel y es por eso que ahora tendremos una última gran aventura de nuestros héroes de plástico en Toy Story 4 (2019). Esta aventura tendrá a Josh Cooley (Inside Out, 2015) como director y dentro de la pareja de guionistas tendrá a una debutante Stephany Folsom y a un histórico de la franquicia y el estudio, Andrew Stanton. En esta cuarta parte de la saga, Woody (Tom Hanks) y el resto de los juguetes que ahora pertenecen a Bonnie (Madeleine McGraw) se están acomodando a su nueva vida. Ahí conocen a Forky (Tony Hale), un tenedor con pies de plastilina y palos de paleta que poco tiene en común con los otros juguetes y que no cree pertenecer a ellos. La estabilidad del grupo empezará a mermar cuando Bonnie y sus padres salgan en un viaje en motorhome hacía un camping y Woody y Forky se pierdan en el camino. Aunque no tan lejos como podría parecer, Woody y Forky deberán limar sus asperezas para regresar con su dueña.
Habían varias dudas con respecto a esta película. Muchas tenían como justificativo el hecho de que la franquicia parecía haber agotado todo su potencial en la tercera entrega y que esta continuación podría parecer un innecesario estiramiento de la saga. A pesar de que todo esto es un poco cierto, Pixar no defrauda y vuelve a otorgar una película de Toy Story a la altura de su historia y si bien el cierre de la historia puede seguir siendo el de la 3, esta funciona como el epílogo perfecto a las aventuras de Woody. Y se dice Woody porque es sobre él en donde el foco es puesto, casi como una carta de despedida del personaje y de incluso el propio Tom Hanks a la franquicia. Si bien la trama tiene reminiscencias todo el tiempo a la película original, esta logra tener una impronta original ya que el humor es mucho más aprovechado que en otras entregas, sin obviar por supuesto los grandes guiños de las anteriores. A pesar de eso, hay chistes que quedan repetitivos aunque sean graciosos y por momentos la trama pareciera no avanzar del todo solo por quedarse en los chistes. Otro de los puntos flacos que tiene la película es su antagonista que si bien tiene una trascendencia mucho más moral que de acción, su participación es escasa y la amenaza que podría representar, y que tan bien logró ser Lotso en la tercera, no termina siendo real y no otorga ningún tipo de preocupación. Por otro lado, la sensación de que éste era el verdadero final de la historia no se siente auténtico. Sí es emocionante, conmovedor y hacen que el espectador se sienta abrazado por los personajes que ama y que vio crecer a lo largo de su vida, pero no es nada original. La inclusión de nuevos protagonistas le da una frescura necesaria a la franquicia, el problema está en que los más históricos no tienen el lugar que se han ganado y el tiempo en pantalla no se condice con la importancia que tiene la historia total.
La animación vuelve a ser una maravilla y es ahí es donde Pixar-Disney sigue sacando años luz de ventaja contra sus competidores. Bastante difícil de superar era la animación de Coco (2017) y nuevamente la vara para el estudio de la lamparita vuelve a elevarse por sus propios trabajos. El realismo que Pixar está encontrando en sus animaciones hace dudar cada vez más si lo que estamos viendo es real o diseñado por computadora. Ahora lo que han mejorado son los dibujos que están en un segundo plano, un poco más fuera de foco, y en las emociones expresadas por los juguetes. Los ojos tienen un reflejo que parecen totalmente humanos, desde el juguete más pequeño e insignificante hasta Buzz o Woody.
Los nuevos personajes que trae está entrega son realmente épicos. Las participación del hombre del momento en internet Keanu Reeves o Jordan Peele, le ponen toda su impronta a la inclusión de Duke Caboom y Bunny, respectivamente. Lo mismo con el retorno de Bo Peep (Annie Potts) que regresa a la saga para aportar sangre fresca y trasladar un poco de fempower a la gran pantalla y que no queda para nada forzado. Lamentablemente estas grandes participaciones le quitan incidencia a personajes como Buzz (Tim Allen) o Jessie (Joan Cusack), por poner algunos ejemplos. Y si bien estos personajes tienen sus grandes momentos, no se condicen con la importancia que deberían tener esta entrega final y que sí bien supieron tener en la entrega pasada.
Toy Story 4 está lejos de ser una mala película, pero inconscientemente lucha contra la que fue la tercera parte de esta historia y contra ella pierde. Esta es mucho más funcional al fandom que a la trama e incluso algo que parecía cerrado vuelve a abrirse y posiblemente termine decantando en la plataforma de streaming de Disney de alguna forma audiovisual (posiblemente series que sirvan como continuación). Pese a todo esto, quizás esta sea la última vez que vemos a los juguetes más famosos del mundo en la gran pantalla y el niño interior que cada uno lleva dentro atesorará cada minutos de la película, porque después de todo es un gran abrazo al alma para los fanáticos. Al infinito y más allá dice la caja de voz de Buzz, ¡hasta allá los recordaremos!