Al infinito y más, más allá
El pretexto de un reestreno en 3D no sólo es una brillante excusa para volver a ver Toy Story en una pantalla grande, sino también una manera de comprobar que se trata de un auténtico clásico del cine, con una historia, un guión y una realización que no tienen nada que envidiarles a las películas con actores. Además, la experiencia de revivir con anteojitos de 3D las aventuras de Woddy y Buzz es asombrosa, tanto como uno podía esperar de Pixar/Disney con toda la tecnología actual.
A casi quince años de su estreno original, Toy Story aún logra mantener en vilo la capacidad de atención de grandes y chicos, sin brecha generacional alguna ni deterioro por el paso del tiempo.
Maduró como un buen vino o una canción clásica, sin atisbos de haber sido apenas una moda pasajera, como tantos otros films animados de la última década. Y esta visión en 3D provee con excelencia absoluta el agregado de una nueva dimensión, con una profundidad en los planos que va más allá del impacto de los elementos que “salen” de la pantalla, sobresaliendo en todas las escenas y sin perder detalle de la textura plástica de los juguetes.
El universo de personajes creado por John Lasseter es tan real, tierno y entrañable como se recordaba. Ahora, para una nueva generación de chicos que jamás habían conocido la disputa de Woody y Buzz por el afecto de Andy, vuelven a la carga con toda la fuerza e impacto de la primera vez, para ir –tal como habían prometido– al universo y más allá.