Este documental dirigido por Julia Martínez Heimann y Konstantina Bousmpoura nos adentra en el mundo de la danza contemporánea, tomando en cuenta el conflicto sucedido en 2007, cuando fueron echados unos bailarines del elenco estable del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, por reclamar sus derechos laborales, tanto económicos, como jubilatorios, seguro médico, etc., al darse cuenta de que estaban desamparados por el Estado en estas cuestiones, y cómo ellos lograron crear en otro ámbito la Compañía Nacional de Danza Contemporánea.
Las directoras nos muestran el derrotero de éstos fundadores de la compañía hasta el 2014, cómo fueron creciendo, incorporando bailarines, la autogestión hasta lograr ser empleados del Estado, la co-dirección a pulmón de cada proyecto, hasta que deciden contratar a alguien para que los dirija.
Además de las entrevistas a estos bailarines, también vemos las reuniones grupales, que cada vez son más grandes, cómo cada uno expone su opinión pero, al tener ideas y pensamientos tan heterogéneos, se producen cada vez más roces y conflictos al tratar de ponerse de acuerdo en algo o resolver algún problema.
La película intercala estos momentos con los ensayos de cada obra, el armado de los distintos escenarios, el detrás de bambalinas con los bailarines en el antes o después de una función.
Por otro lado, en 2014 presentaron en el Congreso un proyecto de Ley Nacional de Danza, por el que todavía siguen luchando para que se promulgue, así pueden tener un respaldo oficial porque son trabajadores del Estado, pero transitan en un vacío legal que anteriormente nunca fue contemplado y ya no pueden esperar más.
Entonces, estos bailarines viven en una dualidad porque son artistas, pero también tienen pensamientos gremiales y políticos que los lleva a un desgaste permanente. Y eso no es sano, ni conveniente para el ámbito artístico, porque no les permite focalizarse únicamente en su actividad afectando en el rendimiento posterior.
Esta coproducción argentina-griega nos informa y esclarece sobre esta disciplina, que, para la gente común, al no interesarse en ver ballet, no sabe de los problemas que tienen, proveniente especialmente de parte del Estado Nacional, para otorgarle el valor y la importancia que se merece y que todavía no le dan, porque ante todo es un hecho cultural y con la cultura no se juega, se la apoya.