EL MOVIMIENTO SE DEMUESTRA BAILANDO
En el 2007, un grupo de bailarines, de los más reputados de la Ciudad de Buenos Aires, sufrió el despido del reconocido ballet contemporáneo de la ciudad por defender sus derechos laborales. Esa crisis, profesional y personal, fue el comienzo de un camino que llevó a que los artistas no sólo comiencen a pensarse a sí mismos como trabajadores, sino también a la creación de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea (CNDC). Ese camino es el que retratan las directoras Julia Martínez Heimann y Konstantina Bousmpoura en el documental Trabajadores de la danza, un film que lejos de edulcorar las acciones muestra también las dificultades del camino de la lucha cuando entran a jugar las diferentes posturas sobre cómo militar y defender los derechos.
El documental utiliza imágenes de archivo, que muestra el trabajo de estos bailarines desde hace una década hasta el presente. Y se fusiona con registros de las asambleas para definir las acciones que lleva adelante el grupo y entrevistas en la actualidad, con los artistas contando cómo fue ese camino, especialmente Bettina Quintá, Ernesto Chacón Oribe, Victoria Hidalgo y Pablo Fermani, los iniciadores de la Compañía y los que lucharon desde el comienzo con los reclamos sindicales. Sin mayores riesgos formales, Trabajadores de la danza es preciso en función de cómo mostrar aquello que quiere mostrar: la toma de conciencia de un grupo de artistas y su concreción como sujetos políticos.
Precisamente ese punto es el más interesante: el arte es una noción bastante abstracta en el imaginario popular, y raramente se piensa al artista como un trabajador. Pero ese prejuicio que es externo es también interior y genera conflicto: de qué manera, entonces, no limitar el sentido de libertad que esgrime todo artista cuando debe enfrentarse a cuestiones administrativas como la conformación de una entidad que los regule o pensarse como lisa y llanamente como un trabajador del Estado. Esta idea es mucho más impactante cuando pensamos inconscientemente a la danza como una actividad de la elite, lejos de las luchas populares. Que Heimann y Bousmpoura elijan un tránsito desdramatizado y para nada solemne ayuda para apreciar esa lucha con mayor claridad, y también es saludable que en las asambleas surjan quiebres y fricciones que ponen en crisis los discursos originarios, demostrando que la vida sindical debe estar constantemente cuestionada desde adentro para ser vital y necesaria.
También de manera sutil aparece en Trabajadores de la danza una lucha superior, que es la de la aprobación final de Ley Nacional de Danza, la cual se viene reclamando desde 2014. Que lo didáctico o institucional no lastre el peso de lo expositivo es otro acierto del film.