El Borat uruguayo
Irreverente y políticamente incorrecta es Traigan el porro (2018), la comedia uruguaya que deambula entre el documental y la ficción para narrar las desventuras de una misión secreta a Estados Unidos, enviada por el propio ex presidente José "Pepe" Mujica para paliar la falta de marihuana en su país luego de la legalización de la misma.
Meses antes que Uruguay se convierta en el primer país en legalizar la marihuana, Alfredo Rodríguez (Denny Brechner, responsable de la idea original y protagoniza el film) junto a su madre Telma empiezan a vender brownies alucinógenos en su farmacia con un éxito arrollador. Pero la materia prima escasea y Alfredo negocia con los narcos para conseguirla. Termina preso y sale libre con una condición: debe ir a Estados Unidos antes del famoso encuentro entre el presidente Pepe Mujica y Obama, para conseguir importar la planta alegre a su país y cumplir con el abastecimiento necesario que exige la reciente ley.
El principio de la película es genial porque marca el tono y describe al carismático personaje: oportunista y sin ningún reparo ético, ideológico o moral para conseguir sus objetivos. Con ese ímpetu, asociado a la idiosincracia uruguaya, viaja al país del norte casi un mes antes del encuentro entre presidentes con la misión secreta de solucionar a cómo dé lugar el problema de abastecimiento.
A partir de entonces, la película es una suma de situaciones estrafalarias, con Alfredo como presidente de la falsa “Cámara Uruguaya de la Marihuana Legal” hablando con los yankies en convenciones y organismos de Colorado -único estado donde la marihuana es legal- para robar fórmulas y pedir ayuda para su problema. Lo irrisorio del asunto se hace presente desde el primer minuto: necesitan ser demagogos para promocionar su país y van, desde mencionar futbolistas de la celeste hasta destacar el progresismo de un gobierno de izquierda justo en los Estados Unidos.
La participación del mismo Pepe Mujica es fundamental como una suerte de M de quién Alfredo recibe órdenes cada tanto para no perder el objetivo de su misión. Pero también Traigan el porro tienen un ritmo arrollador, los problemas se suceden, se suma Tato, un veterano oficial de la policía de Uruguay, y los tres se infiltran entre fumones latinos, negros y jamaiquinos, fiestas dragonas donde Alfredo consigue una novia afroamericana, pasando por la embajada uruguaya y las emblemáticas calles de Nueva York. Todo en una hora quince de película.
Lo mejor de esta delirante comedia es que no pierde nunca el humor 100% uruguayo, pero no para hacer una crítica a la idiosincracia de su país como hiciese el director de Borat (2006) y El dictador (The Dictator, 2012), sino para exponer las incongruencias y sin sentidos alrededor de la cultura canábica en el mundo.