Transcendence: Identidad virtual

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Transcendence: Identidad Virtual es una pelicula fascinante, no por lo que es sino por lo que pudo haber sido. Plantea un puñado de ideas fabulosas, las cuales desarrolla con cierta decencia hasta el final en donde termina por desgranarse sin mucho sentido. No es ni por asomo el completo bodrio que plantea la crítica - seguramente enemistada con Johnny Depp, el cual viene sumando un fracaso de taquilla tras otro, incluyendo el filme que nos ocupa -, pero tampoco es una película redonda. En todo caso es una pifia gloriosa, un compilado de premisas formidables que hubiera merecido un mejor tratamiento a manos de un director mucho mas experimentado.

En sí, la idea de fondo de Transcendence: Identidad Virtual no difiere demasiado de la de El Hombre del Jardín: ¿es posible trasladar el cerebro de un hombre a una computadora?. De ser así, ¿lo que tenemos es un verdadero estado de "transcendencia" - como dice el titulo del filme, el paso del humano a un estamento superior de evolución, liberado del cansancio fisico y las ataduras biológicas y morales, y convertido en un ser de pura lógica, ayudado por la infinita velocidad de los microprocesadores, y capaz de absorber dosis infinitas de información -, o simplemente la emulación de una mente humana conocida?. Tanto El Hombre del Jardín como Transcendence: Identidad Virtual terminan infiriendo de que se tratan de traslaciones reales, con lo cual el ciberespacio se transforma en una especie de Mas Allá virtual. En lo personal me hubiera gustado tomar la postura alternativa - esbozada aquí por Paul Bettany - de que se trata de una inteligencia pre-existente, creada con anterioridad por la computadora, y camuflada de humanidad al correr una emulación de la personalidad de Johnny Depp. Las posibilidades de la premisa son tremendas - ¿el humano seguirá siendo humano o, al verse despojado de su cuerpo y sentir sus poderes ilimitados, se dejará vencer por el deseo de autoridad?; ¿acaso la soledad de su condición - y del ciberespacio - no terminarán por desbarrancar su cordura? -. Y mientras que el filme hace un desarrollo bastante interesante del tema, nunca termina por darle la estatura estremecedora que se merece. A final de cuentas el discurso que esbozan los loquitos anti-tecnología que matan a Depp termina siendo cierto: una inteligencia artificial con conciencia de sí mismo sólo puede terminar por convertirse en una especie de Dios cibernético, un ente deseoso de acaparar poder e información, y sin mayor límite que su propia conciencia para determinar el radio de sus acciones.

Ciertamente Transcendence: Identidad Virtual tiene algunas patinadas en el segundo acto, más que nada las que tienen que ver con los tiempos de algunas acciones cometidas por los protagonistas. Montar el Johnny Depp virtual requiere semanas, pero semejante superprograma es capaz de trasladarse a Internet en cuestión de segundos, instantes antes que los ecoterroristas destruyan el improvisado centro de computos montado por Rebecca Hall. Por otra parte, si tanto los terroristas como el gobierno saben que Depp y señora están montando un supercentro de cómputos en el desierto - con fondos provistos por superoperaciones bursátiles realizadas en Wall Street -, ¿por qué esperar varios años a que terminen de construir todo y ver como el Depp virtual se transforma en una especie de ciber Dios que amenaza a toda la raza humana?. También es cierto que el desarrollo del segundo acto es algo blando: una vez montado el centro de operaciones, Depp se transforma en una hiper inteligencia capaz de crear avances formidables en nanotecnología - lo que le permite ir mas allá de los límites del complejo, sea recreando tejido humano, o incluso infectando y controlando a individuos sanados con dichos nanorobots -, y aunque Depp parece autolimitarse a su propio ámbito (su radio de influencia no va mas allá del pueblo), debería resultar estremecedor ver cómo el tipo va creando su propio ejército, generando una multitud de individuos híbridos que obedecen a su control. En esos momentos Transcendence: Identidad Virtual amenaza por meterse en los mismos carriles de ese gran clásico olvidado de los 70 que es Colossus: El Proyecto Forbin, con una super inteligencia artificial dominando al planeta y teniendo como prisionero a su creador - en este caso, a su esposa Rebecca Hall -. Lástima que el libreto no termina de decidirse por convertir a Depp en un villano sino, en todo caso, en un científico fascinando con su nuevo estado y con las posibilidades que ello le brinda, y por lo cual se ha mareado y ha perdido el sendero original. El climax redime a Depp y transforma a todo esto en una especie de novela romántica con toques de sci fi, aunque resulte demasiado tibio - partiendo de la base que la quimica entre Depp y Hall no es lo que se dice brillante, y dista bastante de ser el romance mas apasionado de la historia del cine -.

Desde ya, Transcendence: Identidad Virtual tiene una parva de inconsistencias, comenzando por los alcances de un super virus informático, siguiendo por las seudo mejoras que consiguen los seres infectados por los nano robots de Depp - que parecen haberse convertido en super hombres biónicos capaces de levantar 600 kilos o más, lo cual es físicamente imposible (la carne se desgarraría y los huesos se partirían, a menos que estén hechos de Adamantio!) -, la súbita ceguera de Rebecca Hall que la impulsa a ponerle un modem a Depp y subirlo a Internet, la rápida conversión de Bettany en un terrorista anti tecnológico, (alerta spoilers) o el flojo final en donde todo se resuelve con un par de cañonazos. Si al menos el libreto hubiera ido convirtiendo - de manera lenta y escalada - a Depp en un maníaco sediento de poder, quizás la historia hubiera resultado mas satisfactoria. Digo: ¿si se trataba de una super inteligencia, cómo es que no vio venir que la iban a bombardear?. ¿Acaso todo esto fué solo un complicado intento de resurrección, o había algo más - y que el libreto decidió podar para no convertir a una estrella como Depp en el villano de la cinta -?. Aquí hay mucha tela para cortar, pero el guión decidió irse por el costado menos oscuro (o mas políticamente correcto), lo cual no es lógico. Tal como pasaba con el Doctor Manhattan en Watchmen - y lo cual no deja de ser una evolución de lo que le ocurría a Griffin en el clásico El Hombre Invisible -, cuando un ser humano cambia de estado, automáticamente pierde su humanidad. Al principio sus costumbres, sus reglas morales, su conciencia permanecerán pero, al ver que nadie puede ponerle un freno - y que su poder es ilimitado -, resulta imposible no deshumanizarse con el correr del tiempo. El Will Caster de Johnny Depp es demasiado racional y reprimido para ser un ente que ha permanecido al menos 5 años en un estado virtual, pleno de poder ilimitado. ¿Qué le impide transformarse en un reglador de la humanidad, un ente capaz de acabar las guerras, la injusticia, el hambre? A final de cuentas, es un ente hecho de pura lógica, lo único que se encuentra barnizado con un tinte de humanidad. (fin spoilers).

Yo le daría una segunda oportunidad a Transcendence: Identidad Virtual. Es posible que en un futuro resulte revalorada o que, al menos, sirva de inspiración para que alguien realice un desarrollo mas profundo del tema... el cual resulta apasionante pero que aquí sólo conseguir obtener una escritura a media tinta.
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