Hay trabajos que por querer abarcar demasiado terminan apretando poco. Esto podría ser una síntesis de lo que sucede con Trascendencia: Identidad virtual, película de Wally Pfister, quien tiene en su haber los créditos como responsable de fotografía en los filmes de Christopher Nolan.
Dicho planteo surge porque este estreno de ciencia ficción es muy ambicioso con las preguntas que propone, pero nunca se decide del todo ante la encrucijada de convertirse en un producto convencional apto para un gran público, o de perder un poco de imán y tratar de ahondar más en su esbozo filosófico.
Protagonizada por Johnny Deep, este último interpreta al científico Will Caster, quien junto a su pareja ("en la ciencia y en la vida", dice ella frente a un auditorio) Evelyn, papel a cargo de Rebecca Hall, se encargan de estudiar y llevar a la práctica la creación de una inteligencia artificial que sea capaz de sintetizar las emociones humanas y generar más poder analítico que todas las mentes que hayan existido.
En esto son ayudados por otro científico (Paul Bettany), en un personaje que otorga un equilibrio ante la falta de escrúpulos de Caster en su cruzada por lograr el objetivo.
Sin embargo, el atentado de un grupo anti-tecnología lo condena a una agonía gradual pero irreversible, por lo que su mujer decide pasar su conciencia a un procesador.
Inmediatamente, comienza a comunicarse a través de la interfaz de las pantallas, y pide que lo pongan en línea, que lo "liberen" en la red. Y allí es donde comienza el verdadero problema.
Inteligencia artificial. Como en aquel filme de Steven Spielberg donde Haley Joel Osment le da vida a un niño robot que juega con las emociones, lo que Trascendencia: Identidad virtual pone sobre el tapete es hasta qué punto los avances tecnológicos atentan contra la esencia de lo humano.
Hace pocos días también se estrenaba en Córdoba Her, cinta donde Joaquin Phoenix se enamora de un software con la sensual voz de Scarlert Johansson.
Lo que implica que ninguno de los interrogantes que surgen de la película constituye algo novedoso, y además está el hecho de que el guión no profundiza en lo conceptual y se tira hacia una estructura más convencional.
El futuro, si las cosas siguen así, dependerá en gran medida de los límites que el hombre ponga a la hora de adjudicarle tareas a las máquinas, porque la moral no corre para ellas: las planchas no pueden hacer de nosotros personas sin arrugas.
Uno de los puntos altos que hay que adjudicarle a la película es el gran elenco que trabaja en ella: además de los mencionados Deep, Hall y Bettany, se suma la presencia de Morgan Freeman y Kate Mara.
Con algunas buenas secuencias de efectos especiales, una duración de dos horas que podría haber sido un poco menos y algunos baches promediando la trama, Trascendencia es uno de esos productos que se dejan ver sin inconvenientes, y que luego pasan a ocupar un lugar más en el casillero de la ciencia ficción.