En la década del 50, el cine de ciencia ficción en su primera ola invadió las salas con historias que reflejaban algunos de los temores de la humanidad. O al menos los de los guinistas de Hollywood que empezaron a escribir sobre invasiones extraterrestres, viajes interestelares y avistamiento de OVNIS. Unos años más tarde, el sci-fi comenzó a evolucionar y dirigirse hacia senderos más profundos con planteamientos filosóficos como el de Odisea al espacio de Stanley Kubrick o Solaris de Andrei Tarkovski. La tecnología ayudó a que estas historias se volvieran cada vez más palpables e creíbles para el espectador, y en el camino hasta la actualidad hubo varias producciones que además de funcionar dentro del género invitaban a preguntarnos cuánto de lo que vimos realmente podría llegar a suceder fuera de la pantalla. Nada de todo esto sucederá con Transcendence. Ni hoy ni en un futuro cercano ni lejano.
Sería injusto afirmar que los espectadores vamos al cine o vemos una película sci-fi con la intensión de que nos vislumbren con futurología tecnológica o siquiera con pretensiones filosóficas al respecto de nuestro porvenir, nuestra actualidad o nuestro pasado. A veces uno simplemente ve una película con la idea de entretenerse. Y tampoco Transcendence es una buena opción para eso.
El director Wally Pfister apadrinado por Cristophen Nolan que aquí obra de productor, debuta detrás de cámara a cargo de un proyecto que parte de un guión y una premisa que prometen un debate ético sobre los límites de la ciencia y la tecnología. Así se presentará al gurú digital de turno, un Johnny Depp en un papel de nerd con credenciales que se convertirá en una suerte de HAL que intentará salvar a la humanidad de sí misma. "Trascender" significa que esta supercomputadora dotada de una inteligencia artificial superlativa cura a los humanos con cualquier tipo de discapacidad con ayuda de nanotecnología (en una clara misconcepción de lo que es la nanotecnología) pero a la vez les quita parte de su humanidad convirtiéndolos en esclavos a la merced de su arbitrio.
A veces cuando la historia falla, las actuaciones no están a la altura y la película parece perder interés a cada paso que da, el espectador tiene el consuelo de dedicarse a disfrutar de los esplendores visuales que la tecnología del CGI, la fotografía y el diseño de producción en general proponen. Resulta sorprendente que viniendo del director de fotografía de Christopher Nolan, la propuesta visual sea tan chata y aburrida.
El guión de Jack Paglem pierde completamente su rumbo traicionando la identidad de los personajes que ha presentado y mostrando contradicciones que sugieren que la película se escribió de a partes en la modalidad "cadáver exquisito" en donde el guionista de la segunda parte no leyó la primera ni el del tercer acto leyó el segundo acto. Y así un intento de planteo ético sobre la computación y las ciencias aplicadas se dirige a la deriva con un final que roza el absurdo y deja al espectador con más dudas que certezas. Pero no sobre los planteos de la historia, sino sobre la historia en sí.