Una película que solo a una computadora podría gustarle.
Cuando se anunció que Wally Pfister, habitual director de fotografía de Christopher Nolan, debutaría en la dirección con Johnny Depp a la cabeza del elenco, hubo mucha expectativa, pero parece que la asociación con Nolan les hizo olvidar que, tristemente, el historial de cinefotógrafos haciendo la transición a la silla del director no es lo que se dice favorable (Barry Sonnenfeld si bien tiene sus muertos, es la excepción que confirma la regla). Dicho esto, Transcendence es una película que si bien expone los riesgos de la inteligencia artificial, parece más empecinada en exponerla cerebralmente que emocionalmente.
¿Cómo está en el papel?
El Dr. Will Caster (Johnny Depp) es uno de los científicos que mas progreso ha hecho en el campo de la Inteligencia Artificial, pero tiene la mala fortuna de que un grupo de activistas realiza un atentado contra su vida, que le termina dejando muy poco tiempo de vida. Antes de dejar esta vida mortal, junto a su mujer (Rebecca Hall) y a su mejor amigo (Paul Bettany) —ambos también científicos—, Caster sube lo que es su conciencia a una computadora. Eventualmente, el científico fallece, no sin antes comprobar que el experimento resultó. No obstante, cuando su mujer conecta la conciencia de Will al Internet, empieza de este modo un hambre de conocimiento, que aunque inicialmente tiene propósitos nobles (como devolverle la vista a un ciego, dejar como nuevo a alguien que fue molido a palos, etc.), comienza a despertar ciertos malestares de índole ética. Pero el verdadero interrogante que se cuece es si esta nueva conciencia sigue siendo Will Caster.
Muchas películas han hablado sobre los peligros de la Inteligencia Artificial, pero siempre, siempre la narrativa fue encarada en función de apelar a las emociones —y sobre todo a los deseos— del ser humano (A.I. de Spielberg y T2 de Cameron son los argumentos más convincentes hasta ahora sobre este tema), y es precisamente eso en donde Transcendence falla. Es una película que carece de humanidad, sencillamente por no conectar con las emociones del espectador y se debe a que esta mas empecinada en demostrar la solidez científica de los escenarios que propone. Las pocas escenas con algo de emoción llegan tarde, y no surten el efecto deseado precisamente por no introducir los suficientes ingredientes por fuera del aspecto científico de la vida de los personajes, sin esto al espectador no le va a importar absolutamente nada lo que les pase. Lloran, se desesperan, tienen miedo; pero el espectador no siente esa tristeza, no siente esa desesperación, no siente ese miedo, porque no se hizo una introducción o una propuesta de tesis apropiada sobre las cuestiones emocionales que claramente tiene, pero que no están demostradas con solidez. Hay una frase de Billy Wilder que engloba perfectamente el problema de esta película: “Si el tercer acto tiene un problema, es porque el verdadero se encuentra en el primero.”
Pero este es el problema a grosso modo de la peli. Hay otros problemas de verosímil que le dejan unos buenos agujeros a la trama. Hay escenarios en los que los personajes tienen que tomar una decisión con consecuencias casi apocalípticas y los muestran tomando esa decisión como si nada. Sin trauma, sin dilema, “hay que hacerlo porque no queda otra”.
Otro problema se presenta con el personaje de Paul Bettany que no se entiende por qué de golpe y porrazo se adscribe a la causa de los activistas.
Pero el mayor de todos los agujeros lo tiene el personaje de Rebecca Hall que en unas escenas mueve cielo y tierra para que no “desconecten” a su marido y en otras se muestra horrorizada y dispuesta a que lo desconecten. No estamos hablando de una progresión dramática o un desarrollo de personaje, sino de una mezcolanza hecha a tontas y a locas que más que exponer el dilema del personaje, lo hace quedar como una histérica.
¿Cómo está en la pantalla?
Transcendence no fracasa por la dirección de Pfister, que como es de esperar de un tipo con años de experiencia como DF, tiene ricas composiciones de cuadro y un gustoso diseño de producción, hasta su direccion de actores está bastante bien para un debutante. Pero su problema reside en haber elegido una historia y una temática bastante complicados para su primera experiencia como realizador. En este apartado, y solo en este apartado, Pfister fue demasiado ambicioso. Con una historia más pequeña (Tipo Memento o Insomnia) le hubiera ido mejor. Un director tiene que demostrar que no solo tiene mucha pericia técnica, sino que tiene que saber manipular (si, fea palabra, ya lo sé) las emociones del espectador. Espero Pfister tenga una segunda oportunidad de probar la otra mitad de esta tesitura.
Por el costado actoral, Johnny Depp, Rebecca Hall, Kate Mara y Morgan Freeman plantean trabajos actorales dignos que hablan más de su profesionalismo más que una genuina conexión con la trama, pero no es su culpa; el guion simplemente no los ayuda. No obstante, a pesar del mismo, Paul Bettany se las ingenia para insuflarle algo de emoción y empatía y por esto lo considero el trabajo interpretativo mas logrado de la película.
Conclusión
Cerebral, Carente de Emoción, Confusa, Contradictoria. Una película que teniendo lo suficiente para alternar la emoción con la ciencia, elige poner todas sus fichas a las cuestiones científicas y éticas del conflicto, y termina fracasando por la insuficiencia en desarrollar las emociones de sus personajes. En definitiva, una película que solo a una computadora le podría gustar.