Inteligencias artificiales
El Dr. Will Caster (Johnny Depp) está a un paso de lograr la creación de una inteligencia artificial capaz de pensar y actuar como un ser humano, pero al mismo tiempo, usando también la lógica.
Por desgracia, su sueño se ve interrumpido cuando sufre un atentado que le condena a una muerte lenta. Entonces, su compañero Max (Paul Bettany), y Evelyn (su mujer, interpretada por Rebecca Hall) deciden salvarlo introduciendo su mente en una computadora a pesar de los riesgos que pudieran suceder. Una vez logrado esto, Will ambiciona más y necesita más, pero la pregunta es: ¿es realmente Will o la máquina ha adoptado su persona para lograr alcanzar el poder absoluto? Como queda anunciado, hay quienes se oponen al proyecto en general y habrá que tengan dilemas morales de los que carece Caster.
El director de la película es Wally Pfister, colaborador de Christopher Nolan, quien le permitió que esta sea su primer film, al dejarle el proyecto. Eso explica la presencia de varios actores que trabajaron con Nolan a lo largo del largometraje, como Morgan Freeman, Cillian Murphy, Rebecca Hall. El guión sin duda es perturbador y el futuro de la inteligencia artificial sin duda es un gran punto de partida para una trama.
La película sorprende en más de un pasaje y logra que sea creíble aun cuando sus desafíos de lógica son muchos. La ciencia ficción interpela al espectador constantemente, mostrando un futuro que no es otra cosa que la proyección disimulada de nuestro presente. El clima de opresión de angustia se desarrolla principalmente en la primera parte del largometraje, alcanzado allí sus mejores momentos, a todo nivel.
Hacía el final, la película tiene muchas escenas espectaculares, muy bien realizadas, pero que le sacan el pie al acelerador de las grandes preguntas que al comienzo el relato proponía. Sobran ideas, pero muchas quedan sin desplegarse del todo. Aun así, un elenco verdaderamente de lujo consigue animar e interesar a lo largo de toda la historia.
Como todo buen film de ciencia ficción, queda flotando la pregunta acerca de que tan lejos estamos de que literalmente lleguemos al mundo que describe Trascendence. Mientras tanto, queda claro que la virtualidad es parte de nuestra existencia y ha cambiado en mayor o menor medida el mundo tal cual lo entendíamos.