Los caballeros de la mesa robotica
No sabemos con certeza si alguien la estaba esperando o cuán necesaria era, pero hay una nueva película de Transformers, es un hecho. La saga llevada a la pantalla grande por Michael Bay -el hombre de las explosiones y los presupuestos estrafalarios- encuentra en Transformers: El último caballero (Transformers: The Last knight, 2017) una flamante adición a la historia sobre los dichosos robots que se transforman en algo, ya no solamente autos, y deben aliarse a los humanos para derrotar a un mal común.
En esta nueva aventura el presente se combina con el pasado cuando descubrimos que -en un giro de guión polémico- los antepasados de los autobots habían colaborado con El Rey Arturo y sus Caballeros en las Guerras Sajonas, dando al Mago Merlín un cetro con poderes especiales. Dicho cetro se convierte en el MacGuffin en cuestión, volviéndose vital tanto para los buenos como para los malos. Allá por 2004 Bay se había quedado con las ganas de dirigir El Rey Arturo (King Arthur, 2004) que finalmente realizó Antoine Fuqua, entonces se dió el gusto y metió la trama “Excalibur” en Transformers, algo que no tiene ningún punto de conexión con la serie animada original ni sus continuaciones. A la presencia del clásico villano Megatron se le suma Quintessa, una suerte de hechicera que alega ser la creadora del planeta de los transformers -Cybertron- y un ejército especial que se encarga de cazar a los transformers que andan libres; por que sí, además de todo lo que ya sucede los transformers son una suerte de prófugos de la ley ante los ojos de los humanos. Relato cargado de conflictos como pocos, y no en el buen sentido.
Tanto Bay como su protagonista Mark Wahlberg anticiparon que esta sería su última participación dentro de la saga. Tal vez por ese motivo el director puso toda la carne al asador y se despachó con Merlín, el Rey Arturo, los caballero de la mesa redonda, el medievalismo, una logia oculta, la 2da Guerra Mundial, múltiples villanos, etc. Lo que en el barrio se conoce como “ensalada de frutas”, sólo que en esta ocasión más no significa mejor y la saturación de elementos narrativos lo vuelve un film caótico, pero tan autoconsciente de lo mucho que se extralimita que ni siquiera se toma la molestia de explicar al espectador lo que va sucediendo: por qué regresa un personaje que había muerto en la película anterior, por qué tal robot se transforma en tal otro, por qué los objetos cambian de tamaño según los tenga un su poder un robot o un humano, etc. Si bien sabemos a lo que nos exponemos al ver “Transformers 5” se tiene la sensación de presenciar un film que se sabe más allá de todo y no le molesta evidenciarlo.
El mítico Anthony Hopkins hace su debut en la saga y la única explicación posible es que le aumentaron las expensas extraordinarias o debe impuestos al fisco, porque de otra manera es inentendible su participación, si bien viene dando este tipo de traspies en los últimos años. John Turturro vuelve a interpretar al Agente Simmons, agregando otro personaje innecesario a esta entrada y rompiendo la famosa regla del ‘montaje prohibido’ acuñada por André Bazin. El phisique du role le exige a la británica Laura Haddock llenar el vacío dejado por Megan Fox y la convierte en la belleza de ojos claros que vemos correr sin despeinarse ni en un solo fotograma. La contraparte robótica del reparto es tan diversa que al presentar a los nuevos les sobreimprimen el nombre en pantalla, un gesto que dice mucho.
Incluso las escenas de combate y acción, aquellas por las que Bay se ganó un nombre dentro de la industria, se ven sobrecargadas y estériles. Sucede de todo dentro del mismo plano y no se disfruta nada. Los combates entre las máquinas siguen siendo una cantidad obscena de pixels peleando unos contra otros a un ritmo vertiginoso, algo que la saga completa nunca logró mejorar.
Pasando por todos los clichés que el cine de acción pochoclero tiene para ofrecernos -incluyendo una máquina final que intenta destruir nuestro planeta- pero haciéndolo de forma totalmente automatizada, Transformers: El último caballero intenta comprimir demasiados elementos dentro de un film perteneciente a una saga que se acordó tarde de contarnos una historia elaborada que vaya a tono con su parafernalia visual.