Ya es hora de que sea el último
Michael Bay, director de La Isla y Armaggedon, hace años que está detrás de la franquicia de Transformers y bajo el subtítulo de El Último Caballero (The Last Knight) nos ofrece la quinta entrega de las aventuras de Optimus Prime, Megatron y compañía. Una vez más dice presente el nuevo elenco de personajes que, encabezado por Mark Wahlberg, sigue protagonizando la exitosa saga que en esta quinta versión incorpora al legendario Anthony Hopkins.
Ya desde la antecesora Age of Extinction (La Era de la Extinción de 2014) que las cosas no están bien entre los Transformers y los humanos y esta mala relación no sólo incluye a Megatron y su grupo de Decepticons sino que mete en la misma bolsa a los Autobots, que en entregas anteriores de la saga pelearan codo a codo con las personas para salvar al mundo. Pero El Último Caballero no tiene un título medieval para empezar con batallas tecnológicas y robots ultramodernos. Todo comienza en el año 480 cuando la guerra contra el mal la lleva adelante el mítico Rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda que, en esta reversión de su mítico relato, no sólo cuenta con la ayuda del Mago Merlín o la Espada Excálibur, sino que entre sus filas también hay Transformers. Luego de este prólogo histórico, nos queda claro que un objeto que data de esa época será el protagonista de la batalla moderna cuando máquinas y humanos concentren todas sus fuerzas en encontrar este poderoso y legendario artefacto.
Si ya en esta descripción el tono medieval que quiere proponer la película suena algo forzado y hasta incompatible con el estilo de Transformers, en la pantalla no hace más que confirmarse. Y esto constituye una falla de la película por la forma en que lo propone y no, como puede ser lógico suponer, porque un grupo de robots gigantes que se transforman en autos no puedan transmitir esa sensación de leyenda o de origen épico. De hecho, una saga de películas que ya va por su quinta entrega está en condiciones de plantear esto per se y Transformers en particular, con las idas y venidas de sus personajes principales, ha sabido cargar de cierto misticismo a Optimus Prime por ejemplo que, como ocurre en The Last Knight, puede darse el lujo de estar ausente durante gran parte de la historia para que su reaparición final tenga ese peso narrativo estilo “regreso del hijo pródigo”. Lo que resulta cuestionable de la película es, primero, que recurre a una historia harto conocida por el público como la del Rey Arturo que, en este caso, sí que resulta incompatible por sus propias características con un grupo de robots gigantes que se transforman en autos. Todo bien, pero el binomio Bumblebee – sir Lancelot no funciona muy bien en pantalla. Y para finalizar este apartado hay que decir que el recurso de la comedia, muy presente hoy en historias de aventuras como estas, quisieron agregarlo en esta parte épica de la película para ofrecernos al mismísimo Mago Merlín (interpretado por Stanley Tucci en una participación casi de cameo) haciendo chistes sobre su forma de apostar, beber o acercarse a las mujeres. #EpicFail
Después, lo que sigue es la clásica batalla moderna entre Autobots y Decepticons con explosiones, persecuciones y una concatenación de escenas de acción y combate que poco tienen que ver, al inicio, con el conflicto principal. Esa trama troncal irá tomando forma muy de a poco conforme nos vamos enterando que ese Último Caballero, un elegido o heredero moderno de Los Caballeros de la Mesa Redonda, está más cerca de lo que creemos y en sus manos reside el futuro del planeta Tierra. Si tenemos en cuenta que la película dura dos horas y media, muchas de esas escenas del inicio e incluso algunas líneas argumentales que son abiertas para luego ser abandonadas casi por completo, podrían haber sido eliminadas en beneficio de la obra final y de su excesiva duración.
Los fanáticos de la saga encontrarán en Transformers: The Last Knight una nueva perspectiva desde la que apreciar a los personajes clásicos de esta gran aventura, con los condimentos presentes en todas sus predecesoras que, acá, logran dar un paso adelante en términos de efectos especiales. Y si a esto le sumamos la posibilidad de apreciarlos en 3D o IMAX se puede decir que de esa forma la película se perfila como una verdadera experiencia visual y sensorial. La trama, lamentablemente, no sigue ese camino.